Rosa Cedeño Álava no pudo contener las lágrimas cuando contaba que José Cumbe, despachador de la farmacia del hospital Francisco de Ycaza Bustamante, le respondió que no había las medicinas para curar la infección renal que padece su hijo Luis González, de 11 años, y que lo tiene postrado en esa casa de salud.

La desesperación de esta madre, que viajó desde Quevedo a Guayaquil para hacer atender a su hijo  de la enfermedad, se incrementa porque no tiene dinero para comprar los medicamentos en la calle, pues el valor casi se duplica a lo que cuesta en el hospital.

Y también sufre porque hay la advertencia de los trabajadores y médicos de cerrar totalmente esta casa de salud y todas las del país a partir del próximo lunes.

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Estas son las consecuencias de la paralización que iniciaron, el pasado lunes, los trabajadores agrupados en la Organización Sindical Única de Trabajadores del Ministerio de Salud (Osumtransa), en demanda del pago de sus sueldos atrasados y la entrega de los fondos necesarios para los gastos que tiene cada hospital del país, mantenidos por el Ministerio de Salud.

En la puerta principal del también denominado Hospital del Niño permanecía un grupo de trabajadores dirigentes del paro en actitud de brazos caídos, mientras que otros aún laboraban en las áreas de emergencia y hospitalización con los pocos insumos que quedan, según afirmaron.

En la farmacia se formaban extensas colas y la respuesta para la mayoría de los usuarios era la misma: “no hay esa medicina”.

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En el área de consulta externa, que normalmente está abarrotada de padres con sus hijos, ayer se veía desolada y con las luces apagadas.

“Ya es hora de que el Gobierno se preocupe por esta situación. No es posible que no se le pague a esta gente (empleados de la salud), pues los perjudicados también somos nosotros”, dijo María Suárez, quien salió defraudada porque no consiguió cefalexina (antibiótico) para su hija María de los Ángeles Mojarrango, de 2 años, que padece infección en las vías urinarias.

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A medida que pasan los días, la angustia crece entre los parientes de los aproximadamente 700 menores pacientes de las 14 salas especializadas con que cuenta el hospital.

Ellos dicen que no sabrían qué hacer si cierran el hospital, pues no cuentan con recursos para ir a un centro privado, mientras los trabajadores y médicos alegan que “de qué sirve tenerlo abierto, si el Gobierno no pasa el dinero para seguir operando”.