¿Estamos viviendo para ser observadores de la destrucción de la cultura de creación de riqueza o de la destrucción de una civilización?

Cuando los pilotos suicidas destruyeron las Torres Gemelas en el World Trade Center de Nueva York (11 de septiembre del 2001) el mundo entero lo tomó como retaliación de un país islámico por el petro-trato que recibía su pueblo a cambio de la riqueza que daba el petróleo. Amenazas y situaciones esporádicas vinieron después. Estados Unidos se lanzó contra el terrorismo.

Ahora estamos en el mundo de la sospecha, que no significa un mundo mejor. La era es de terrorismo y muertes al por mayor. Igual a lo que sucedió cuando las Torres, con distintas proporciones y geografía, acaba de suceder (1 de marzo del 2004) con las explosiones provocadas en una estación ferroviaria de Madrid. Incontables las víctimas entre muertos, heridos y seres que quedarán inutilizados física y económicamente para toda la vida.

La acción va más allá de violencia y terrorismo. Parecería, más vale, la venganza que ejerce la era de una civilización agónica contra la era tecnológica presente. ¿Será acaso que están fructificando las semillas de crueldad que sembraron Hitler, Mussolini, Hussein? ¿Es acaso una guerra triangular entre capitalismo, pobreza y explotación del hombre por el hombre?

El sistema para la generación de bienestar está cambiando, a costa de la perversión de valores. Luego de la desaparición de la fe en el comunismo, la balanza política del mundo perdió equilibrio y se inclinó a un solo lado. Estados Unidos con Bush (hijo) borró la política exterior y pasó a ser el nuevo gobernante que recibía en herencia las tristes historias de Bahía de Cochinos, Vietnam, la Guerra del Golfo y otras tantas aventuras que aparte de diplomáticas (los tratados, convenciones y asociaciones), han constituido acciones guerreras de dominio. No perdamos de vista el triunfo del socialismo en España, el de Putin en la Unión Soviética, Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Castro en Cuba, y queda por ver Haití...

Las injusticias se acumulan, igual que se le acumulan las deudas al que no puede pagar. El sistema de “mientras más ricos más pobres” sigue asesinando seres que las armas de destrucción masiva –que hasta ahora no se las conoce– no lo han podido hacer. La pólvora mata de un solo disparo, mientras que por hambre, desnutrición y sed, las víctimas mueren en forma lenta.

La tecnología del terrorismo se va tornando invencible: se lucha con lo invisible, lo oscuro, lo secreto, lo clandestino y lo enmascarado. La hipocresía, el cinismo, el maquillaje, la falsa postura, las promesas seductoras son las nuevas armas que sirven para privarle la vida a seres que en un intento de generar riqueza con su trabajo, han caído víctimas del sistema. ¿Cuál es la culpa de los que murieron en las Torres, en la invasión a Iraq, y ahora en las explosiones contra natura de Madrid?

Se persigue al sistema en que nos toca vivir. Dios crea la vida, el hombre la cercena para satisfacer su codicia por el poder o por la riqueza. Muere gente sin identidad, y a su alrededor quedan multiplicadas la tristeza, la miseria y la destrucción.