Luego del derrumbe de la producción camaronera, alrededor de 1998, dicho sector ha venido convaleciendo. El esfuerzo tecnológico de buscar larvas más resistentes permitió que algunas piscinas se recuperen. Pero estamos lejos todavía de volver a los casi mil millones de dólares en exportaciones que se lograron antes de la debacle. El año pasado apenas se alcanzó la tercera parte de esa cifra.

En esas condiciones, mal podría la industria camaronera ecuatoriana darse el lujo de bajar sus precios artificialmente. Bastaría con comparar los precios de venta del camarón ecuatoriano con similares de otros países, para concluir que el producto de nuestra nación se vende en Estados Unidos siempre por encima del promedio.

Seguramente el Gobierno ecuatoriano expondrá ante la Casa Blanca estos y otros argumentos que demuestran que se debe desechar la absurda demanda que estamos comentando.

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