Todo es cuestión de cómo se lo mire

Vivimos en un mundo en el que desafortunadamente todo lo mueve el poder y el dinero, y nos dejamos llevar por muchas corrientes sensacionalistas.

Se pueden apreciar no solo en películas sino en la vida real casos que conmueven y estremecen: maltratos, violencia, atentados a las metrópolis y simplemente preferimos no opinar al respecto.

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En el caso de la cinta La pasión de Cristo, de Mel Gibson, no la veo como que poseyera una trama de violencia. Es solamente la transmisión del amor que Dios nos tuvo al enviar a su Hijo único para que cargue con las culpas y maldades de los seres humanos y que también nos deje el mensaje de amor.

Lo que sucede es que estamos acostumbrados a ver películas de este tipo en donde ponen como Cristo a un actor cuyo rostro es hermoso, que llora y está colgado en la cruz.

Sin embargo, si leemos El caballo de Troya, de J.J. Benítez, relata la pasión del Mesías de una manera más cruel que la de Gibson. No es cuestión simplemente de ver una escena desgarradora y voltear la cara. Lamentablemente estamos como estamos porque no queremos ver la realidad de la vida.

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Quizás Dios se entristece porque tenemos que mencionarlo para hacer polémica.
Vanessa Díaz Uribe
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