Un deporte que mezcla habilidad, dominio mental y peligro en medio de acrobacias cada día gana más adeptos entre los jóvenes guayaquileños de diferentes sectores sociales. Lo practican en la calle, parques o pistas. 

Rampas de madera pintadas de colores intensos ubicadas en medio de una amplia pista de cemento con señalización. Paredes con graffitti que simulan los nombres de algunas marcas auspiciantes como Core, Challenger, Gquil –que promocionan tablas, camisetas, bermudas, gorras– y la frase “No es lo que sabes sino lo que quieres aprender”.  De fondo, música fuerte al estilo de punk y rock para ambientar el lugar donde los skaters que tratan de realizar varios trucos se mueven sin límites en un ir y venir de llantas y caídas.

Es el ambiente que se vive en el Skate Park, ubicado en la avenida Las Aguas, en la subida del mirador de Urdenor, lugar al que asisten alrededor de 200 skaters regularmente, quienes pagan $ 1 de lunes a jueves y  $ 1,75 los fines de semana, por el uso de la pista.

Adrenalina, habilidad y mucha acción son los principales componentes de este deporte extremo llamado skate o surf sobre el asfalto, que es practicado por jóvenes de distintos estratos socioeconómicos de Guayaquil. Surgió en  la década del 60 en California, Estados Unidos, donde los surfistas prefirieron unir pernos y llantas a tablas rústicas para patinar  sobre escaleras, aceras, rampas, rieles o cualquier sitio que permita deslizarse.

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Con el paso del tiempo estas piezas se fueron modernizando, al igual que las piruetas de los skaters.

“El éxito está en ser constantes y en la habilidad que tiene cada chico para arriesgarse en los saltos. Es más que un deporte, es una cultura y un estilo de vida”, comenta Johan Carrera, de 21 años, quien desde hace cinco perfecciona sus técnicas sobre la tabla.

Todo deporte significa riesgo, pero para quienes le apuestan a la diversión sobre ruedas el peligro aumenta. “Si no te caes  o te golpeas mientras practicas no eres un buen skater, porque hay que darle duro hasta que salga el truco. Somos algo masoquistas, pero eso le da emoción”, piensa  Brian Robalino, de 17 años, quien patina desde hace año y medio en el parque de su barrio ubicado en Sauces 5.

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Pero la práctica va más allá de una simple acrobacia y se convierte en una cultura, un arte, un estilo de vida o forma de expresión. José Castro, de 24 años  y entrenador del Skate Park, recuerda que se inició a los 15 años y que vendió varias de sus cosas personales para comprarse su primera patineta. “Veía a varios de mis amigos patinar duro, entonces decidí comprarme una tabla y aprender.

Ahora esto es mi vida, uno con el tiempo ya no lo toma como un hobby sino que todo se piensa en función del skate.  Escaleras, tubos, cualquier cosa es un nuevo reto, un nuevo truco, parece fanatismo o enfermedad, pero es algo que se lleva con uno siempre”.

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La tabla la venden por partes o completa. “Pero es mejor comprar las partes por separado, ya que así sale más barato. Además, uno sabe de qué calidad es su patineta y hasta cuándo va a aguantar en el trote”, expresa Carlos Rosado, de 15 años, quien dedica tres horas diarias al skate.

Por supuesto, hay un lenguaje para identificar la diversidad de piruetas  y posiciones.  Entre los trucos base se encuentran: hollie (salto con medio giro), flip (salto con la patineta), shove (giro de 180 grados) y de estas se derivan algunas más complejas como flipshove, hollieshove, entre otras. Además,  estar sobre la tabla y patinar con la pierna izquierda se llama goofy, mientras que hacerlo con la pierna derecha se lo conoce como regular, pero si se intenta hacer la acrobacia del lado contrario se está haciendo un swicht.

Las patinetas cuestan de $ 70 hasta $ 250 y se las vende en sitios como Challenger, Core, Gquil y Adrenalina, ubicados en centros comerciales como Mall del Sol, San Marino y Plaza Mayor.

Marcelo Moreta, de 18 años, cree que la tabla es un deporte especial. “Me gusta patinar porque me siento libre al hacerlo. Soy miembro del teen (grupo) Bloon 59, que al inicio éramos doce pero ahora quedamos siete chicos, los que salimos en las tardes a practicar, porque lo importante es  perseverar para perder el miedo a las caídas”.

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