No habría escrito Égloga trágica, de Gonzalo Zaldumbide. Cabe  al respecto una breve reflexión. Zaldumbide fue un intelectual  notable, sus ensayos sobre Barbusse y D Anunnzio son impecables, fue además un esteta, pero la novela, escrita en 1912, y publicada integralmente recién en 1956, más allá de la forma, está concebida a través de una visión euro centrista,  influenciada, quizá, por las teorías de Le Bon. 

Entre conmiseración  y distancia, Zaldumbide escribe una novela anacrónica, de aristocracia mortecina. Se podría pensar en la época como justificación, pero,  para entonces, los ensayos de Agustín Cueva o Belisario Quevedo, y poco después, Pío Jaramillo Alvarado, habían profundizado en la naturaleza social del indígena, por sobre trasnochadas características biológicas.

Vale, sin embargo, resaltar en Zaldumbide el rigor estilístico que tanta falta nos hace en la literatura contemporánea y en  novelas de los años sesenta que,  más que no escribirlas, habría preferido no leerlas.