¿Qué les ofrece a cambio? Planteles que se caen a pedazos, pizarrones destruidos, maestros mal pagados y al servicio de un partido político, y un periodo escolar cuyos plazos nunca se cumplen.

En definitiva, más dinero para una educación en absoluta decadencia.  En los últimos años se ha insistido mucho en la importancia de la educación. Ya nadie discute que incrementar los rendimientos académicos de escuelas, colegios y universidades será un factor fundamental si queremos mejorar la productividad nacional. Hay una coincidencia casi absoluta, asimismo, en que el cáncer de la corrupción y el de la delincuencia se deben, entre otros motivos, a una ausencia de valores y principios que solo se podrá corregir mejorando la educación.

Sin embargo, en los hechos, es muy poco lo que se hace para llenar las gravísimas carencias de las escuelas fiscales. No hay un plan para reconstruir y modernizar instalaciones, no hay propuestas financiadas (y por tanto no demagógicas) para mejorar los sueldos, y los pocos programas que existen para mejorar los contenidos académicos corren por cuenta de unos cuantos idealistas que no reciben apoyo oficial.

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Los padres de familia volverán a hacer un sacrificio; el Estado seguirá incumpliendo su obligación. ¿Hasta cuándo?