Los vagones de las doce líneas del metro, el sistema de transporte  que moviliza cada día un promedio de un millón de personas en Madrid, empiezan a moverse a las seis de la mañana.  De ahí, salvo algún desperfecto o incidente, no paran sino hasta las dos de la madrugada del día siguiente.

El metro es la forma más rápida, barata y eficaz de desplazarse por la ciudad, refiere a manera de recomendación, la Guía Océano de Madrid.  Y eso es algo que comprueba rápido el turista o el que llega para quedarse, como lo han hecho los al menos 250 mil ecuatorianos entre residentes legales e indocumentados que, según los registros oficiales del ayuntamiento madrileño, viven en la capital española.

Para un inmigrante que al llegar a un país extraño lo ha encontrado casi todo difícil, el sistema de metro y la red de trenes de cercanías (que viajan hacia poblados cercanos) resultan aliados en los que se apoyan en todo momento.

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Las líneas del metro pasan por las estaciones regadas en toda la ciudad con una frecuencia que aumenta en las horas de más demanda y los trenes de cercanías cumplen horarios preestablecidos. El trazado de las líneas de metro va por las entrañas de Madrid mientras que el de trenes es visible en la superficie.

La estación de Atocha, ubicada al sureste de la ciudad a pocos pasos del Paseo del Prado,  es especial por su doble uso y porque es hermosa.  Aunque hasta ahí solo llega una de las líneas del metro (la 1) que atraviesa la ciudad de norte a sur, es también la partida para viajes hacia sitios como Extremadura y Andalucía y a barrios de nivel medio y de obreros y sitios turísticos como Toledo.

Es un edificio de hierro y cristal construido en 1889 con un jardín de palmeras tropicales de dos mil metros cuadrados bajo su techo, que refleja ajetreo con el paso de miles de pasajeros que recorren sus pasillos y sus andenes, gente que va y viene para llegar a su trabajo, a su casa, a la de un amigo, a la de sus padres, gente de España o de Ecuador.