Cadáveres desmembrados aparecían mezclados entre los restos metálicos de los vagones destrozados. Piernas y brazos desgarrados yacían esparcidos en la plataforma de la estación. Miles de personas, muchas de ellas niños, huyeron presas del pánico. 
 
"Fue una carnicería a escala brutal", afirmó el jueves el inspector de los bomberos madrileños Juan Redondo. "Esta catástrofe está más allá de lo imaginable". 
 
Fue probablemente el mayor ataque terrorista contra una nación de la Unión Europea, ya que por lo menos murieron 190 personas y más de 1.200 resultaron heridas en 10 explosiones en o en zona cercana a cuatro estaciones de cercanías. 
 
Los muertos y los heridos más graves fueron cargados en camillas. Los lesionados con cortadas y contusiones se sentaron en el bordillo de las aceras y lloraban desconsolados a la espera de ser atendidos. 
 
Redondo dijo que en la estación de El Pozo, al este del centro de Madrid, donde dos bombas estallaron en un tren de doble piso, vio por lo menos 70 cadáveres en una plataforma. 
 
"Parecía una plataforma de muerte", indicó y agregó que un cadáver tuvo que ser sacado del tejado de la estación. "Nunca vi algo parecido. La recuperación de los cadáveres fue muy difícil. No sabíamos qué recoger". 
 
Las explosiones ocurrieron entre las 7:30 y las 8 de la mañana cuando los trenes traían miles de personas a la capital desde los suburbios para trabajar. 
 
El lugar quedó pronto congestionado de ambulancias y vehículos policiales, mientras varios helicópteros sobrevolaban la zona. 
 
Las ambulancias continuaron sacando heridos de la estaciones siete horas después de los atentados. 
 
Los residentes de las viviendas cercanas fueron advertidos que no se asomaran a los balcones, aunque miles de transeúntes se congregaron en el lugar, y muchos de ellos telefonearon frenéticamente a sus familiares y amistades para asegurarse de que estaban vivos. 
 
"La gente quedó anonadada tras la primera explosión", dijo el sobreviviente de 26 años Aníbal Altamirano, de Ecuador, que se encontraba a punto de tomar un tren en Atocha. "Podíamos ver humo. Había gente por todas partes en el suelo como un desastre de película. Otros estaban aplastados contra las paredes". 
 
"Tras una segunda explosión, la gente dejó caer todo, bolsos y zapatos y comenzó a correr, muchos empujando y pisando a otros", agregó. "La gente no sabía a dónde ir. Algunas incluso se adentraron por los túneles del tren sin pensar que podrían venir otros trenes". 
 
La doctora Beatriz Martín, médica del Servicio de Emergencia de Madrid que asistió a las víctimas en la estación de El Pozo, dijo que   en muchos de los cadáveres podíamos escuchar las llamadas de los teléfonos celulares cuando los transportábamos ... El olor era nauseabundo ... una mezcla de material quemado y restos humanos. 
 
Imágenes de la televisión mostraron que cerca de la estación de El Pozo, las bombas arrancaron el techo de un vagón, mientras que otro se quedó sin tabiques laterales. 
 
Trozos de metal estaban esparcidos por las vías en la estación de Atocha, donde una de las cargas partió un vagón en dos. 
 
" Vi piernas y brazos. Nunca olvidaré esto. He visto horrores", comentó Enrique Sánchez, un conductor de ambulancia que regresaba de la estación de Santa Eugenia, donde fue atacado otro tren. 

Otro conductor de ambulancia, Oscar Romero, describió cómo estaban mezclados los cadáveres en el tren atacado de Atocha.   Había dos vagones destrozados con cadáveres bajo los restos. Para sacar los cadáveres tuvieron que utilizar una grúa. Había gente de todas las edades. 
 
"Tuvimos que recoger pedacitos de personas y colocarlos en las camillas. Es lo peor que he visto en este trabajo", dijo Romero.