Salango, una pequeña población del sur de Manabí, tiene una isla frente a sus playas que podemos ver desde la carretera. De lejos no hay mucha vegetación, el misterio se encuentra debajo de sus aguas.

El mar suele ser intimidador. Hay tantas historias que se entretejen a su sombra: marineros que jamás volvieron, ahogados, gente que se convierte en pez cuando no debe bañarse en sus aguas y hasta los ataques de tiburones que unas cuantas películas clásicas han difundido en nuestro imaginario, que es lógico sentir temor a las aguas que en muchas ocasiones se ven oscuras.

Las rocas tampoco se muestran muy amigables cuando las vemos de lejos, pero una vez que estamos cerca de ellas, la cosa cambia. En la isla de Salango el agua es transparente, una cualidad aparentemente poco común en nuestras playas. Después de colocarme la máscara y el snorkel me lanzo a las aguas que tienen una temperatura agradable.

Publicidad

Además, con el intenso sol que pega en estos días, no hay razón para quejarme. Me sumerjo. Los colores son intensos bajo el mar. Naturalmente fuertes. Los peces de colores estridentes son abundantes y casi se pueden tocar. Hay pequeños y grandes, de un solo color y varias gamas.

Las algas que imagino que son las flores del mar no siempre son verdes. Algunas tienen un tono rosáceo. Yo que siempre he pensado que los colores no me gustan mucho me di cuenta de que estuve equivocada todo este tiempo. Flota junto a mí el pequeño Briandy Armendáriz que a sus cinco años es ya un hábil nadador.

El niño está tan fascinado como yo. Debajo del agua puedo ver su rostro embutido en la máscara con la sonrisa amplia y cómo señala los peces que le llaman la atención. Pero no solo los colores son una novedad bajo el agua. El silencio también lo es.

Publicidad

Durante las tres horas que dura mi incursión el tiempo parece transcurrir más lento, tal vez porque otra es la lógica que domina el mundo marino. El problema con todo lo que nos gusta demasiado es la posibilidad de la adicción. Una vez que estamos bajo el mar es  difícil no regresar.