Jefes rebeldes dijeron que no entregarán sus armas mientras los partidarios del ex presidente Jean Bertrand Aristide no hagan lo mismo, en un renovado indicio de que este atribulado país del Caribe podría ser escenario de más actos de violencia.
 
En el pueblo occidental de Gonaives, donde comenzó el levantamiento armado contra Aristide el 5 de febrero, los residentes echaron trozos de metal a un fuego encendido en honor del dios vudú de la guerra, Ogún Feray, que según la tradición fue herrero.
 
La ceremonia fue el indicio más reciente de que el levantamiento, que ha costado por lo menos 130 vidas, no ha terminado aún.
 
Los residentes encendieron el fuego a Ogún pese a las exhortaciones del jefe rebelde Guy Philippe a sus seguidores para que entreguen sus armas. Si bien no se ven ya a grupos rebeldes armados en público, los insurgentes admiten que las han guardado para la eventualidad de su uso en el futuro.
 
En cuanto a dónde están las armas y a quién se las vamos a entregar, eso es un secreto, dijo el comandante rebelde local Winter Etienne, de 40 años.   Cuando uno depone las armas las deja en un lugar donde pueda recobrarlas si las necesita.
 
El reto del desarme es empero sólo uno de los muchos que enfrenta Haití en el proceso de recuperarse de una cruenta rebelión que obligó a Aristide a abandonar el país hace una semana.
 
Otros retos son la decadencia social nacida de la pobreza y la anarquía, y la resistencia de comunidades extremadamente pobres como City Soleil o Bel-Air.
 
Las fuerzas internacionales   tendrán que andar con mucho cuidado para evitar bajas, dijo el dirigente oposicionista Charles Henry Baker, y calculó que los barrios más peligrosos de Puerto Príncipe albergan entre 1.000 y 2.000 partidarios armados del ex presidente.
 
Las fuerzas de pacificación, que incluyen contingentes de Estados Unidos, Chile, Francia y Canadá   tienen grandes posibilidades de sufrir bajas en esas zonas, agregó Baker.
 
Pero si la policía haitiana puede ocuparse de las patrullas a pie,   los soldados pueden permanecer dentro de sus vehículos y la policía puede hacer su trabajo afuera, dijo Baker.
 
Y eso es precisamente lo que desean los comandantes estadounidenses desde el jueves, cuando comenzaron a realizar patrullas con unos 70 agentes de la policía nacional haitiana en Puerto Príncipe.
 
El nivel de peligro que enfrentamos aquí no se parece en nada al que encaramos en Bagdad, dijo el coronel de la infantería de marina Mark Gurganis. Otro coronel de ese cuerpo, Dave Berger, dijo que Haití   no es definitivamente un ambiente hostil... La mayoría de (los haitianos) nos van a dar la bienvenida y estamos felices de estar aquí.
 
Sin embargo, con intervenciones de Estados Unidos en los años 1916, 1994 y ahora el 2004, la presencia de los infantes de marina en el país tiene visos de una rutina trágica.
 
Estoy contento de haber vuelto a Haití, dijo el general James T. Hill, del Comando Sur de Estados Unidos.   Pero también estoy triste por estar de vuelta en estas circunstancias.
 
La mayoría de los residentes de Puerto Príncipe observan las patrullas de los infantes de marina con una mezcla de curiosidad y un cierto beneplácito por lo que parece anticipar una vuelta al imperio de la ley.