Ni contigo ni sin ti, languidecía el viejo bolero, sin imaginar que alguna vez esas cinco palabras podrían reflejar algo más que el dolor de la persona enamorada que con su pareja se muere y sin ella se mata. Ni con familia ni sin ella, ni con partido ni sin él, ni con amigos ni sin ellos, serán los estribillos que, sin llegar a los extremos dramáticos tan propios de la música romántica, deberá entonar el Presidente hasta la noche del tercer domingo de octubre. Ese día, cuando se conozca el resultado de las encuestas de carne y hueso –las verdaderas, las confiables–, se habrán despejado todas las incógnitas sobre su cercanía con amigos, parientes, agnados y cognados. Mientras tanto, solo le queda navegar sobre las encrespadas aguas de una opinión pública que se siente molesta con la presencia de esas personas en la cercanía gubernamental y con las muestras de amistad, cariño y afecto con que se manejan los asuntos del gobierno.

En medio de todo eso, parece acertada la decisión de dejar en otras manos la conducción del pequeño pero laborioso partido gubernamental. No tanto por lo que digan o por lo que supongan quienes ven en ello una contradicción con las responsabilidades presidenciales, sino por los efectos que le puede acarrear al propio Mandatario y en general al Gobierno. Atarse a la suerte de una organización incipiente y que en su mejor momento apenas obtuvo algo menos que un honroso cinco por ciento de la votación no es la mejor manera para conseguir la estabilidad del régimen ni de asegurar que cumplirá con el plazo de su mandato. Pero tampoco augura nada venturoso la opción contraria. Alejarse del partido, por pequeño que sea, significaría perder el mínimo escudo que puede protegerle de las arremetidas parlamentarias, aunque para enfrentar las otras, las de la calle pero también las de corbata y de guayabera, deba encomendarse a alguna fuerza divina.

Pero todo parece indicar que el problema no se encuentra precisamente en el partido. De una u otra manera, este hace lo que han hecho todos los que le han antecedido en el ejercicio gubernamental, aunque en esta ocasión obre de manera poco prolija, bastante burda y sin el menor cuidado de las formas que tanta importancia tienen en la política.

Las complicaciones se presentan por los otros círculos que forman el entorno del Gobierno o, con más precisión, por la conflictiva relación que se ha establecido entre familiares, militares en retiro y Gobierno. En ese contexto, el partido es una pieza más y no necesariamente la más importante. Así, el retiro de su director apenas tendrá efectos mínimos si a la vez no se producen cambios similares en los demás componentes y si no se rompe esa relación que lleva a sus integrantes a controlarse la sangre en Carondelet o a hacer proselitismo en helicópteros estatales. Por ese camino, las elecciones de octubre solo servirán para demostrar que, siendo asunto privado, el colesterol puede tener efectos sobre la salud del régimen.