Las luminarias del estadio Atahualpa se apagaron. Las ocho mil personas reunidas el viernes pasado por la noche para ver el espectáculo gratuito por los 66 años de la profesionalización de la Policía Nacional, gritaron estremecidas. El acto de celebración había comenzado.

Antes, el Gobierno había entregado un pergamino a la institución, y el Municipio Metropolitano de Quito había condecorado al pabellón de la Policía.

Los agentes encapuchados del GIR (Grupo de Intervención y Rescate) hicieron una exhibición de kung fu, en la que lograron romper ladrillos y vasijas con sus puños. Un tirador efectuó una demostración de precisión al acertar en dos globos sostenidos por las manos de un compañero. Todo salió bien, por suerte.

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El presidente Lucio Gutiérrez mandó a pedir una funda de papas fritas, cuando le avisaron que estaba por presentarse la obra teatral Juan Salvador, la historia de un policía, puesta en escena por el actor Ramiro Pérez (presentador del programa de televisión ‘Pasado y Confeso’).

Napoleón Villa, cuñado del Presidente, no pudo saborear el bocadillo. Solo alcanzó para el ministro de Gobierno, Raúl Baca, y el comandante de Policía, Jorge Poveda.

Villa estaba dos filas más atrás del sitio de honor, en la tribuna.

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Juan Salvador era un niño que soñaba ser policía. Sus amigos, que jugaban fútbol, salieron huyendo cuando vieron a dos gendarmes. Gritaron confundidos a la voz de “¡ahí vienen los chapas!”. La gente se rió a carcajadas, hasta los mismos oficiales. El presidente Gutiérrez, un poco menos.

Hasta que se describió el paso de los primeros años de estudios y graduación de Juan Salvador, habían salido en escena cerca de 60 policías. Ninguno era actor profesional. Llegó el momento de la guardia nocturna en un barrio difícil. Juan Salvador cayó fulminado por un balazo.

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Un policía que llegó en motocicleta al lugar de los hechos cayó pesadamente, el gramado de la cancha estaba resbaloso, y eso dio un toque de realismo a la obra. La gente aplaudió al final, cuando en otra escena apareció un niño gritando “quiero ser policía”.

Los fuegos artificiales dieron un matiz apoteósico al final del programa.
La gente salió con frío, pero con una sonrisa por una fiesta que costó 1.902 dólares a la Policía.