Son las 21h00 y Néstor Ibarra Landázuri, de 29 años, prepara la máquina hidrolavadora que lo acompañará en su labor hasta las 06h00.

Su campo de acción y el de sus 19 compañeros que forman parte de la compañía Varetza S.A., ya está delineado. El trabajo consiste en limpiar el sector del Municipio, las plazas Rocafuerte, Pedro Carbo, el parque Bolívar, el malecón norte y sur.

En su primera actividad, Ibarra se concentra en el parterre de 100 metros cuadrados de las calles Aguirre y Escobedo, cubierto de piedra martelinada. La máquina se enciende y de la manguera sale a presión el agua mezclada con cloro. En una hora el espacio, que forma parte del cronograma del día, debe estar limpio.

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A los alrededores también se escucha el sonido ensordecedor de otra máquina.

En ese lugar no se usa cloro, sino porcelinato, porque se trata de baldosas de porcelanas. “Se utiliza el desinfectante dependiendo de la superficie”, aclara José Guailacela, supervisor del área.

Los 120 empleados de la empresa Varertza S.A. son distribuidos diariamente en carros de la compañía.

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Este personal trabaja, al igual que las empresas Milenium y Rubasa, contratados por la fundación Siglo XXI.

Sus equipos consisten, a más del uniforme, en un par de botas y encauchados para protegerse de la lluvia.

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“El aguacero ayuda a medias, porque si bien moja la superficie no podemos utilizar las máquinas, pues son de motor a gasolina y si se moja se apagan”, dice Guailacela.

La mayoría del personal es nuevo en esa labor, pues tiene  de tres a seis meses.

“A todos, con experiencia o no, se los capacita en el área de seguridad industrial y en el manejo y mezcla de los químicos”, precisa el supervisor, para quien la clave es saber manejar los ingredientes, los que deben usarse dependiendo de las circunstancias.

Así, cuando la mancha es más profunda, a más de cloro, se pueden emplear desengrasantes, ácido y sulfúricos.

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El sueño no es compañero de los limpiadores, hay tanta actividad que no se puede pensar en descansar.
Ibarra expresa que es cuestión de acostumbrarse y de mantenerse activo durante toda la noche.

También ayuda el sonido de las máquinas, cuyo ruido no les permite ni un cabeceo. “Nunca paramos, estamos constantemente caminando de un lugar a otro y solo hacemos un alto para encender o apagar la máquina”, explicó Ibarra, quien con tres meses en este oficio ya se considera un experto en materia de limpieza.

"A más de un trabajo remunerado, el trabajar limpiando la zona regenerada es gratificante, porque de esta forma colaboras con la belleza de la ciudad".