Dos hombres muertos sobre la calle Babahoyo, en la esquina de Clemente Ballén, manchaban con su sangre la acera. Junto a ellos estaba un vehículo en cuyo interior yacía el cadáver de una mujer, bajo el sol intenso de las 11h20 de ayer.

Alrededor de la escena estaban vecinos, curiosos y estudiantes del colegio Vicente Rocafuerte, ubicado a una cuadra del suceso. El rector de este plantel, Christian Aguirre, se acercó al cuerpo masculino de tez morena, que estaba vestido con camisa blanca, y lloró, mientras volvía a alejarse.

Aquel hombre era el odontólogo Carlos Gómez Flores, de 40 años, profesor de la sección vespertina del Vicente Rocafuerte y catedrático de Ciencias Naturales desde hacía 20 años.

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A la izquierda de ese cuerpo inerte, su vehículo, un Chevrolet Trooper rojo y placas PGR-251, cuyas puertas abiertas mostraban a María Teresa Morejón German, de 33 años, muerta a disparos sobre el asiento delantero derecho.

A la derecha del cadáver de Gómez, había una pistola y otro cadáver del cual manaba la sangre que cubría la acera y el traje oscuro que llevaba. La Policía lo identificó horas después como Walter Gaibor Aquilito, de 42 años.

El subinspector del colegio, Gonzalo Suárez Nicola, comentó que Gómez estuvo en una reunión hasta las 11h00, cuando Morejón llegó a buscarlo a bordo de un taxi.

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“El señor de terno negro y corbata (Gaibor), los vio, habló con ellos, luego se subieron los tres al carro del profesor Gómez y se fueron”, relató Suárez.

Llegaron hasta la esquina de Babahoyo y Clemente Ballén cobijada por los árboles. Un muchacho –quien solicitó el anonimato– observó la rápida escena. “El tipo de terno le disparó a la mujer y bajó del carro, luego le disparó al señor de blanco, y se mató”, relató el testigo, pero la Brigada de Homicidios de la Policía Judicial no confirmó la versión.

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La fiscal Ana Ramos llegó al sitio, a las 12h30, para el levantamiento de los cadáveres. Las voces de los estudiantes curiosos entorpecieron la tarea de los gendarmes, quienes los dispersaron con gases.

A varios metros, Blanca Flores, la madre del profesor Gómez, lloraba su muerte, pero no pudo explicar si su hijo conocía a Morejón o a Gaibor. “Mi hijo no se metía con nadie”, repetía entre sollozos.