Los feriados logran que los ecuatorianos nos movilicemos, conozcamos nuestros paisajes, fraternicemos y contribuyamos a trasladar el dinero de un lugar a otro. ¡Ah, qué prodigios que tiene el turismo interno! Además, lo positivo es que, de feriado en feriado, se modifican sustancialmente los puntos de atracción. Miami, por ejemplo, ya está un poco pasada de moda, cuando hasta hace solo poco tiempo era la ciudad que más concitaba el interés para el turismo interno. Pero desde que a los turistas los tratan como terroristas, creo que va perdiendo su glamour y por eso ahora los turistas prefieren, si es que hay que ver gringos en su estado natural, ir a la Base de Manta, por ejemplo. Igual no les dejan entrar, pero los turistas, sin salir del país, se sienten en el extranjero y regresan, felices, con cara de deportados.

Lo que ahora se ha puesto de moda es el turismo de aventura, que consiste en vestirse con un short caqui, botas de andinista y sombrero de explorador para navegar por ríos plagados de piedras y remolinos, caminar por la selva enmarañada y trepar altísimos riscos pelados. Los que sobreviven se dan luego a la agobiante tarea de rendir su testimonio en artículos de prensa y programas de televisión, que sirven para promocionar los prodigios de nuestro país.

Atraídos por esos reportajes los turistas van de una región a otra para cruzar ríos y selvas y, cuando termina el feriado, regresan eufóricos a contar cómo el día de su llegada vivieron la gran aventura al sobrevivir a un asalto en el centro de la ciudad y luego se vieron en la necesidad de emplear toda su argucia para subsistir durante cuatro días sin un céntimo en el bolsillo, bebiendo agua de lluvia, durmiendo a la intemperie y deambulando sin rumbo.

¡Nada igual al turismo de aventura! Y además, ¡es tan interno! Otro tipo de turismo que está en auge es el gastronómico, que consiste en hacer una exploración por el arte culinario de la Costa, la Sierra o el Oriente. En eso también –hay que reconocerlo– pocos países como el nuestro con tan enorme variedad de platos típicos y manjares.

Quienes han sobrevivido a este tipo de turismo recopilan en libros las recetas de cocina que, sin embargo, nunca traen un apéndice que instruya cómo diablos hace el turista para, después de efectuado el variadísimo tour gastronómico, encontrar un baño cada vez que ha menester, en un país muy rico en comidas pero muy magro en prestar servicios (de esos llamados higiénicos) a los empachados.  En fin, ojalá que ustedes disfruten este largo feriado y, tras alucinantes aventuras, regresen mucho más cansados de lo que salieron, endeudados, insolados y malgenios. Al fin y al cabo, ¡de eso se trata!