Eran miles (faltaban unas 50 bancas para que el coliseo se llene por completo) los que gritaban histéricamente. La primera canción fue 12 por 8, con lírica reaccionaria.  La segunda, Eso, también del último disco, No es lo mis-mo. Romantiquísima. Todos  cantaban. ¿Y el sonido? Nítido.

“Gracias por venir y darnos la oportunidad de estar aquí...”. Mientras hablaba, una lona blanca reflejaba imágenes de brazos extendidos, manos abiertas, ojos alucinados y sonrisas congeladas.

Luego del agradecimiento miró hacia el fondo del escenario (solo se veían pequeñas cabezas y puntos luminosos, porque no faltaba quien llamaba a alguien desde el celular y le decía: ¡escucha!). “Hoy vamos a tratar de que se olviden por un rato de sus problemas. Por ustedes Quisiera ser”. Él cantaba con esa voz grave y española que atonta y detrás, aparecían mensajes como: “Oda, poesía, verso”; “muerte, agonizar, envejecimiento, crecer”; “bienestar, opulencia, capital, dinero, riqueza, fortuna”.

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Después vino Labana y el show se lo robó el trompetista que, junto al percusionista y timbalero, logró transmitir la efervescencia del son cubano. Le siguió Hoy llueve hoy duele, que vino acompañada de unos garabatos en donde se podía leer FIFA y NBA al lado del signo de la swástica del gobierno nazi. Los músicos (que eran trece) tocaban fascinados, como si hubiese sido la última vez que estaban sobre un escenario. Reían, cantaban, bailaban, saltaban, bromeaban. Nada de rabietas ni eso de “si no suena como yo quiero me voy” (como hizo Charlie García el año pasado en el mismo coliseo).

Cuando tocaron La fuerza del corazón, el público gritó el doble. Sanz pronunciaba las letras del coro y las mujeres cerraban los ojos y cantaban haciendo el signo de paz con las manos arriba. Los hombres se miraban y cantaban sacudiendo el brazo derecho, como políticos en tiempos de campaña. Fue una fiesta. Siguieron canciones como Regálame la silla donde te esperé, en la que Sanz tocó la guitarra acústica; He sido tan feliz contigo y Try to save your ONG s, en la que el trompetista no aguantó la emoción y lanzó la trompeta (la agarró en el aire, claro). Ese tema incluye una parte de hip hop en inglés, que cantó el tecladista (un cubano-americano igualito a Bob Marley), quien finalizó diciendo: “¡Ecuador, libertad, libertad!”.

Luego, Lo ves y Sandy a orilla do río. Dieron las 21h30, se apagaron las luces y los artistas desaparecieron. Nadie se movió. Minutos después regresaron y tocaron un remix de las más conocidas. El alma al aire, Solo se me ocurre amarte y Corazón partío. Al último, No es lo mismo.

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