He escuchado la versión de que el jefe de Estado Mayor de la Policía, el general Marco Cuvero, que llegó a Guayaquil el lunes, estaría considerando la posibilidad de permanecer en esta ciudad varias semanas para enfrentar desde aquí la amenaza de la delincuencia.

Sería una medida muy acertada. Le daría la oportunidad de tomarle el pulso muy de cerca a su gente y a la institución.

El caso Fybeca abrió una posibilidad extraordinaria en la Policía Nacional para depurar sus filas, lo que no es sino una necesidad permanente en cualquier institución.

A la Policía Nacional le faltan recursos, eso todo el mundo lo sabe. Los dueños del presupuesto están demasiado ocupados repartiendo el dinero, como para acordarse del policía de la esquina, que no tiene ni balas ni un salario decente. Y todos los demás somos demasiado cobardes como para reclamarles.

Aun así, el mayor recurso que tiene la Policía siempre será su irrestricto apego a criterios técnicos y profesionales. Si eso llega a faltar, ningún organismo armado será capaz de enfrentar con éxito las amenazas del crimen.

Por eso nos preocupa si algunos agentes pudieron haber estado colaborando con presuntos delincuentes para atropellar procedimientos técnicos en la lucha contra el crimen, como supuestamente ocurrió en la farmacia Fybeca. Querría decir que hubo un cáncer; y el cáncer solo genera más cáncer. Policías que colaboran con delincuentes se convierten en criminales.

Lo más terrible de la masacre en Fybeca no fue que muriesen unos cuantos asesinos, como han dicho los organismos de derechos humanos; eso es repudiable, pero lo que nos infunde terror es que acribillaron a dos personas inocentes, y pudo ocurrirle a usted, estimado lector, o a su hijo más pequeño.

Las “bandas de la muerte” no funcionaron en ninguna parte porque después de que mataron a unos cuantos criminales se transformaron en grupos de extorsionadores. Los argentinos todavía tienen que pagar de vez en cuando el chantaje de algún secuestrador que antes fue torturador de la dictadura militar.

Pero cuando se produjo el escándalo de Fybeca, surgieron voces que  acusaron a la prensa de estar atacando a la institución, y nos anunciaron todos los males del infierno para que no abriésemos la boca. El diputado Renán Borbúa ha vuelto a hacerlo en la reunión que convocaron Cuvero y la Junta Cívica el lunes que pasó.

Con eso no terminamos de asumir la urgente necesidad de una depuración en serio.

No debería sancionarse solo a los chivos expiatorios. En ese caso, lejos de brindarle a los policías honestos el espacio que requieren para desenvolverse, los habremos paralizado. El mensaje que les estaremos enviando será muy malo: ¿para qué esforzarse y arriesgar la vida si en definitiva a los malos elementos les va tan bien?

Para colmo, esto no ocurre en un periodo de calma.

En los últimos meses, mientras los jueces ecuatorianos trataban de congraciarse con los amos y señores que nombran magistrados en este país, no atendieron el gravísimo problema de una multitud de delincuentes presos que no tienen sentencia y están hacinados en verdaderos infiernos. Con eso, centenares de delincuentes consiguieron su libertad y han llenado nuestras calles de miedo. Y están muy bien armados.

Y actúan en un clima de violencia, fomentado por los mismos dirigentes de partidos que mandan en el país.

Cuvero tiene, entonces, poco tiempo para decidir. Ojalá que lo sepa.