Un militar y político de nuestros días, pan con mantequilla, leche con café, ron con cola, intentaba explicar lo acontecido al dirigente indígena Iza con la teoría del autoatentado. ¡Brillante! Qué bárbaro, qué demostración de capacidad de análisis, síntesis, diéresis, sindéresis, deducción, inducción y conducción. Es decir, manejo. Si yo fuera el señor Iza, estuviera muy molesto. No tanto por la acusación sino por lo que ella implica. Aquella acusación significaría que quien la profiere tiene una opinión de quien acusa, como la peor de las bazofias humanas. Y es que si alguien, por notoriedad o cualquier otro motivo, expone la vida de su hijo, esposa y familia, difícilmente podría calificarse con adjetivo alguno su alma infame, lo cual no es el caso aquí.

Un titular hace tres días rezaba ‘Las FF.AA. dicen que existen interesados en crear el caos’ ¿Nooooooo? Realmente no nos habíamos dado cuenta. Este debe ser el último reporte de inteligencia militar, inédito y secreto. Más, que extraño, pese al reconocimiento de que alguien intenta crear el caos. Un oficial declaraba el mismo día que “no es necesaria la militarización, ni tampoco declarar la emergencia, todavía”. Ahora sí que me perdí. ¿Cuál es la lógica? El presupuesto para seguridad nacional es cercano a 900’000.000. Sí, escribo la cifra en números y no en letras para que se entienda lo larga que es, y por ende su magnitud. Un poco menor a un décimo del monto de la deuda externa ecuatoriana. Y semejante gasto sirve para protegernos como es debido. Hace dos siglos un congresista inglés decía que “La labor de un gobierno no es alimentar a su pueblo, sino protegerlo mientras este se alimenta por sí solo”. El Gobierno y sus instituciones ni nos alimentan, ni nos protegen, ni nada. ¿No es un asunto de seguridad nacional la ola delictiva que vivimos? Qué otro destino más importante y noble pueden tener los recursos mencionados que frenar los problemas de seguridad que hace rato superaron la capacidad de la Policía Nacional, que está mal equipada, mal pagada y mal entrenada.

Hace pocos días me pareció observar un robo. Lo que ocurrió luego me lleva a concordar con la propuesta de la Junta Cívica: me acerqué a la garita de una base de cierta ciudad; en mi carro iban tres personas, una de ellas notario del cantón, por cierto, e informé de lo que creía era un robo, ofreciendo mi vehículo para transportar al uniformado. La respuesta fue la esperada: “No podemos abandonar el puesto”. Los fines y objetivos se olvidaron. La misión se desdibujó. ¿Qué es más importante, guardar las formas, los procedimientos y el protocolo, o proteger a la población?

La provincia del Guayas debe crear su fuerza policial autónoma. Si los guayaquileños tenemos que financiarla, como hemos hecho tantas veces debido al centralismo o a la ineficiencia estatal, los recursos necesarios aparecerán. Pero lamentablemente eso no resolverá totalmente el problema. Hay temas que rebasan la capacidad provincial o municipal, como lo reconoce la Constitución. Hay temas que son del Gobierno central.