Rafael Carriel, director de Cefocine, una agrupación que trabaja con jóvenes involucrados en pandillas, cree que la ciudadanía debe organizarse para exigir respuestas sobre el problema de la violencia a quienes ejercen el poder.

“El problema de los ecuatorianos es que estamos muy ‘acomodados’ a las situaciones. Cuando uno se deja acomodar es que deja de exigir y espera que otras personas resuelvan los problemas. Desacomodarnos implica dejar la rutina, empezar a organizarnos para demandar.

“Resolver el problema de la violencia tiene dos alternativas: una, responder con violencia y otra, tratar de comprender las condiciones bajo las cuales ocurrió el hecho. “Esto último no es fácil; para muchos es mejor responder devolviendo la violencia, antes que analizar el contexto del agresor. Cuando eso ocurre, la situación no es la misma porque se reacciona de otra forma: se desarrolla la capacidad de comprender a la otra persona y, quizás, se perdona al agresor.

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“Eso es lo que se debería hacer, poner en práctica el principio más elemental de los Derechos Humanos: el derecho a la vida, que es para todos, agresor o no. Esa es la parte más complicada.  “Las personas que están siendo amenazadas deben garantizarse una protección mínima que les permita cuidar su integridad. El resto debemos tener una función de acompañamiento y solidaridad. Uno de los males de nuestro país es que la gente que se atreve a denunciar se queda sola en el camino. “Armarse no es una buena solución; es peligroso también conformar grupos armados en los barrios o en las comunidades porque puede haber confusiones y afectar a gente inocente”.