Los integrantes  del grupo Buseta de Papel  ofrecieron un recital con textos del escritor. El acto se hizo en Antología Café y Libros el jueves pasado.

El 12 de febrero pasado se cumplieron 20 años de la muerte de uno de los escritores prolíficos de Latinoamérica,  Julio Cortázar. Varios países lo recordaron con  sus textos. Voces como las de los  escritores Gabriel García Márquez, José  Saramago, Carlos Fuentes y Tomás Eloy Martínez se unieron en México para rendirle  homenaje al autor de Rayuela. Argentina,  su tierra natal,  también lo recordó  con varias actividades. En Guayaquil se le rindió tributo mediante un recital de sus obras.  El lugar donde se realizó el acto fue la cafetería Antología Café y Libros. Los integrantes del grupo artístico Buseta de Papel participaron en la organización de la actividad y lectura de los textos.

El ambiente estaba invadido de jazz.  Música del legendario Louis Armstrong, el preferido del escritor argentino,  fue la que acompañó a cada palabra leída,  compartida. El fotógrafo chileno  Mauricio Benavides sirvió de presentador y –al mismo tiempo– de hilo conductor. Jorge Osinaga,  relacionista público de la librería, brindó datos breves sobre la vida de Cortázar y otros sobre la influencia de su Rayuela en algunas obras y en la gente.

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Osinaga le contó también a la gente sobre el nacimiento de los cronopios, personajes muy importantes en la producción del escritor, a los que nombró por primera vez en un concierto de Armstrong. Citó a Cortázar: “Eran personajes indefinibles, muy cómicos, muy divertidos, una especie de globos que yo veía de color verde, y muy amigos, que andaban por ahí circulando e inmediatamente supe que su nombre eran cronopios”. Esa explicación fue acertada, ya que Antología Café y Libros estuvo llena de ellos: globos verdes por todos lados.  Cortázar en su libro Historias de cronopios y de famas señala que la conducta del cronopio “es la del poeta, del hombre que vive al margen de las cosas”. Ellos también estuvieron allí.

Sin haberse puesto de acuerdo, los cuentos que más leyeron los participantes fueron tomados de Historias de cronopios y de famas, del libro del escritor argentino que, quizá, es el que de mejor manera conjuga lo tierno y lo lúdico con un lenguaje mágico. María del Carmen Altuve leyó Tía en dificultades,  del mismo libro. El siguiente en el escenario fue Tyron Maridueña.  Sin duda, el más joven de los lectores. Lo que escogió para ofrecer fue Progreso y retroceso, Acefalía y Pañuelos. Elena Gui leyó varias de Las instrucciones para... Eligió las que sirven para ‘llorar’, ‘cantar’ y ‘entender tres pinturas famosas’, en las que Cortázar plasmó jocosidad e ironía.

A la Buseta de Papel se subió luego Laura Pellegrino, una joven poeta guayaquileña, que reside en Estados Unidos. Esta pasajera lectora, compartió la ternura de Fama y eucalipto y Tortugas y cronopios. Pellegrino cerró la primera parte del recital. Tal como si fuera una buseta, el ruido se incrementó y hubo gente que se bajó, en este caso, que se fue del sitio. Lo importante fue,  sin embargo, que hubo varios que se subieron para seguir el siguiente trayecto, para coger la siguiente ruta matizada por textos de otra línea.

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Miguel Antonio Chávez,  presentado por Benavides como “el miembro de la buseta que siempre trae cosas delirantes”, fue el siguiente. Le contó a la gente que se había enterado que en ese mismo instante, en Argentina, un grupo de jóvenes  realizaba un espectáculo “con zanqueros,  con gente que hace malabares con fuego y, por supuesto, con literatura de Julio”, afirmó. Lucas, sus intrapolaciones fue lo que abrió. También leyó  Aplastamiento de gotas y Amor 77.

La cuentista Solange Rodríguez tuvo una participación diferente. Ella no escogió nada de Cortázar. Subió a la tarima y dijo: “Donde están dos o más reunidos en su nombre, Julio está presente”, seguido a esto,  entregó un texto creado por ella, inspirado en el autor homenajeado. Un tal Julio se llama esta narración breve que cuenta la experiencia de un alumno a quien su maestra lo trata de acercar a Cortázar y,  sin darse cuenta, cae en ese juego cortazariano fantástico.

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El director de la agrupación organizadora, Augusto Rodríguez, le brindó al público un género en el que Cortázar se desenvolvió tan bien como en la narrativa y que resulta poco conocido para la mayoría de lectores: la poesía. Leyó varios cuya temática fue principalmente amatoria.

El poeta Luis Carlos Mussó fue el último en intervenir en la noche cortazariana. Ofreció poemas de Cortázar escritos en nombre de la amistad y del amor, tanto en rima como en verso libre. Mauricio Benavides dijo en algún momento del acto que  “todos los niños deberían tener a alguien que les cuente historias mágicas de Cortázar para que sean felices”.