La filósofa y catedrática francesa Simone Weil abandonó en 1934 su vida académica para compartir el destino de los más oprimidos. Es así como, a los 25 años, decidida a vivir como una obrera parisina, ingresó a los talleres Alsthom, como trabajadora no calificada. Allí conoció el trato inhumano del que son víctimas a diario muchos trabajadores en algunas fábricas, experimentando en carne propia las humillaciones, la fatiga y el dolor físico y moral.

Pero no desfalleció porque, como ella misma expresó:

“Tengo la necesidad esencial, y creo poder decir la vocación, de mezclarme entre los hombres y los diversos estratos humanos, confundiéndome con ellos, tomando su mismo color, al menos mientras la conciencia no se oponga a ello...
Deseo conocerlos para amarlos tal como son”.

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