Rilke, el escritor austriaco, es el nexo entre Elvira, una empleada doméstica, y Pablo, el joven adinerado y en apariencia sensible en cuya casa ella trabaja. Entre ambos (personificados por los actores Leonor Watling y Leonardo Sbaraglia, respectivamente),  en medio de tímidas alusiones a  libros y autores, surge una atracción.

Ella es una joven de izquierda, hija de un médico al que fusilaron, que ahora vive en la miseria junto con su madre y hermana. Su esposo, también  de izquierda, está encarcelado.    Pablo, empresario argentino de origen alemán,  vive solo en una casa que tiene  una voluminosa biblioteca. Elvira, al recorrerla, al limpiarla, al tocar los libros, recupera ese mundo que alguna vez le fue cercano (ahora  batalla  por tener comida).  Pablo  es nazi, admirador de Hitler y amigo  del régimen.  Colabora para sacar a los responsables del ejército del dictador de Alemania, pero Elvira no lo sabe.

El amor de Pablo y Elvira, un tanto transgresor, se desarrolla en medio de ese ocultamiento de identidades, entre la cocina, la alcoba y sus propios y contrapuestos mundos. Ese es el argumento que plantea la película española Deseo, del director Gerardo Vera, que se exhibe desde hace dos semanas en las salas de cine de Guayaquil.

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Está ambientada en la España de 1940 y cuenta con un elenco que es, de alguna forma, una garantía de calidad para  el espectador, a  la vez que una motivación para  verla.

En la cinta, rodada en el 2001, confluyen a más de Watling y Sbaraglia, de España, las argentinas Cecilia Roth y Norma Aleandro. Pero no siempre las reuniones de connotados actores  y actrices dan óptimos  resultados. En Deseo,  el guión, bastante débil,  no permite que la historia global (la guerra, las represiones, las heridas personales) impacte, ni que la particular: el  amor entre la  joven comunista  y el nazi,  se vuelva contundente.  No llega  a crearse esa atmósfera de angustia, de fragilidad, de hondura y de contradicciones humanas, que un tema como este plantearía en la pareja que lo vive.

Elvira y Pablo tienen que escoger entre los sentimientos y las ideologías. Replantearse la vida, dejar atrás sus convicciones o seguir con lo que son, pero en ese intento, en esa búsqueda, no logran sino situaciones y actitudes un tanto previsibles. ¿Y entonces, por qué ver una cinta como esta?,  se preguntará más de uno. Por varias razones. La primera, porque ningún criterio es absoluto.  Es apenas  una opinión. Y la segunda, porque pese a que el guión no ofrece una historia convincente, las actuaciones son algo destacadas. No vemos a la Leonor Watling de Hable con ella,  ni a la Norma Aleandro de La historia oficial, ni a la Cecilia Roth de  las innumerables cintas de Almodóvar, pero es una película que, si se tiene tiempo, no vale saltarse.