El silencio de mi oficina se ve interrumpido por el pito de un barco en forma de bus, o de un bus con pito de barco.

Esto hace que me plantee las mismas preguntas de mucho tiempo atrás: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que unos conductores destrocen nuestras neuronas? ¿Quién para a cierta mafia del transporte que tiñe de sangre las calles, que no usa taxímetro y se resiste a desconectar esos pitos escandalosos porque no les da la gana?

En fin, ¿quién podrá impedir que conductores del servicio público, verduleros y políticos en campaña interrumpan nuestro derecho al silencio?

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Hemos perdido la batalla pero no podemos perder la guerra. Conscientes de la inoperancia del Gobierno, no nos queda más que esperar que el Municipio nos libere de esta contaminación ambiental que atenta contra la belleza del nuevo Guayaquil, contra nuestros niños, ancianos, pero sobre todo, contra nuestros enfermos, porque estos indolentes no respetan hospitales, ni siquiera hospicios
Es inconcebible que abusivos conductores sigan violando un derecho, a vista y paciencia de la Comisión de Tránsito del Guayas (CTG) que, contando con todos los medios, incluidos calabozos, no hace absolutamente nada para impedirlo.

Nelio Enrique Aguilar Camacho
Guayaquil
El país entero conoce la escasa calidad profesional, cultural, etcétera, de la mayoría de los transportistas urbanos, pero nada se hace contra eso. Ellos gobiernan, mandan en su área.

La CTG (vigilantes) existe para solicitar coimas y permitir el caos en la transportación. A estos interminables males se suma el de la arbitrariedad de algunos choferes de buses que cobran por pasaje el precio que se les antoja. Un ejemplo es la línea 144 popular de Floresta 2, con letreros incluidos en todas sus unidades, cuyos choferes cobran 20 centavos, cuando por disposición de las autoridades de tránsito, el pasaje es (o debe ser) de solo 18 centavos. ¿Quién parará este abuso?

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Miguel Villón Barros
Guayaquil