A su manera da a entender las profundas incomprensiones que en estos lados del mundo distancian más a los políticos incapaces de las crecidas poblaciones que reclaman lo mínimo para alcanzar una vida mejor.

Son políticos que no han procedido correctamente. Con esto no queremos señalar hechos corruptos –sujetos a investigación–, sino a esa tara que empequeñece el desempeño gubernamental como es desatender responsabilidades urgentes bien conocidas en relación con las crisis sociales que han tomado formas explosivas en Hispanoamérica. La tara se expresa en la contradicción entre ofertas demagógicas y gobiernos.

En esas explosiones, la delincuencia y el vandalaje hacen de las suyas. Por eso, no estamos lejos de entender que en Haití en su parte norte se pesca a río revuelto por los aprovechadores de siempre.

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Pero es innegable el decaimiento político en buena parte de nuestro continente. De ahí que a pesar de la gastada frase que recomienda a los pueblos verse en ese espejo cada vez que revientan líos como en Argentina o Bolivia, tenga más efectividad si destacamos el interrogante ineludible, aunque soslayado: ¿quién o quiénes cargan con los muertos?