En Argentina no creen que Germánico Molina desconociera situación del ex represor militar.

Cuando el embajador de Ecuador en Argentina, Germánico Molina, acudió el 23 de enero, en Buenos Aires, a la casa del general Carlos Guillermo Suárez Mason, quien cumplía arresto domiciliario, para llevarle un presente de cumpleaños –por encargo de un amigo, según dijo–, y luego sacarlo en el auto de la embajada a una fiesta, no solo cometió un acto de irresponsabilidad diplomática sino también uno que conlleva responsabilidad política.

Así lo ha expresado el canciller argentino Rafael Bielsa, pues no se trataba de cualquier detenido. “Es un señor al cual se le imputan delitos gravísimos de lesa humanidad”, recordó.]

Molina, un teniente coronel (r) de la Policía, fue retirado del cargo ante las acusaciones del régimen argentino de ayudar a Suárez a violar su arresto domiciliario, y el gobierno de Ecuador insiste en que la actuación de Molina, quien ante la prensa argentina dijo que desconocía la situación del ex general, fue personal.

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“El ex embajador no podía desconocer quién es Suárez Mason. Con solo leer los diarios y conocer un poquito la historia de Argentina, cualquiera sabe que Suárez es el principal responsable de la violación de los derechos humanos, cometida por el Ejército”, manifiesta el periodista Daniel Santoro de diario El Clarín, de Buenos Aires.

“Suárez fue el jefe del área del Ejército que controlaba la capital, Buenos Aires, la zona más poblada de Argentina y ahí fue donde hubo más campos de detención clandestina de prisioneros y donde más fusilamientos y torturas se cometieron”, precisa Santoro, quien considera que la actuación de Molina es personal pero que “tiene que ver con esas relaciones que siempre hay entre policías y militares”.

Lo ocurrido con Molina, según Fernando Gutiérrez, de los Derechos Humanos en Guayaquil, lleva a plantearse varias dudas: ¿Cómo es que un embajador busca la amistad y la relación con un individuo tan tenebroso como Suárez?, que no es un individuo aislado sino que representa a sectores de la más extrema derecha argentina y del continente.

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“Esto no se puede quedar simplemente con el retiro del embajador”, apunta Gutiérrez, para quien se debe tener en cuenta, además, el hecho de que Suárez Mason fue agregado militar en Ecuador, por los 70.
“Hay que recordar que Augusto Pinochet también fue agregado militar de Chile en nuestro país por los 60, justamente la época en que se estaban gestando las dictaduras militares en el continente y que dejaron huellas con la Operación Cóndor”, indica.

La Operación Cóndor se dio en los 70 a través de las represiones durante las dictaduras de Argentina, Chile y Paraguay, pero que según Alexis Ponce, vocero de la Asociación Permanente de los Derechos Humanos, Ecuador también habría formado parte. “Así lo señala un informe de un grupo de Derechos Humanos de España, que también indica que la Operación Cóndor se ha reactivado contra las organizaciones sociales”, expresa Ponce.

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Ahí está la incógnita, insiste Gutiérrez, ¿qué es lo que todavía queda de todo eso, para que un cuñado del presidente de la República, como se dice de Molina, un ex policía además conectado con un entorno militar oficial, vaya a buscar la amistad de Suárez?

Según Gutiérrez, es incluso hasta sospechosa la celeridad con la cual actuó el gobierno para retirar a Molina.

El único responsable de que a Molina se le haya ocurrido establecer una relación de amistad con Suárez Mason, es el gobierno nacional por haber enviado a Argentina a una persona sin la formación adecuada, señala el ex ministro de Defensa, general José Gallardo, quien prefiere no juzgar si el gobierno estaba al tanto o no de las relaciones de Molina con el ex represor argentino.

Gallardo, sin embargo, no considera que haya una reactivación de la Operación Cóndor, ni que esta se haya dado en el Ecuador en los años 70. “En el Ecuador, salvo el caso del economista Abdón Calderón (asesinado en noviembre de 1978 y del cual se responsabilizó al general Bolívar Jarrín Cahueñas) no se produjeron asesinatos”, asegura.

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