Mientras el país se apresta a debatir asuntos de verdadera importancia como el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que abrirá los cauces para el desarrollo social y económico del Ecuador a mediano y largo plazo, los gérmenes de descomposición aparecen por todo lado. Desde el mes pasado, que se “inauguró” el segundo año del gobierno militar –perdón, constitucional– del coronel Lucio Gutiérrez, son varios los casos que han envuelto a la política doméstica, y que han generado y generan confusión, desencanto y desconfianza en los agentes sociales y económicos.

Revisemos brevemente los acontecimientos que materialmente han desgastado al país: el paro de los maestros; la captura no aclarada del líder Simón Trinidad de las FARC; la designación del nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia, luego de una lucha sin cuartel entre jueces “alineados” y “no alineados”; los intentos de “desbancarle” al Presidente del Congreso; las denuncias, juicios y cabildeos por el caso Haro, sobre el tema de la inmunidad parlamentaria, que terminó en un “lavatorio de manos” congresual; el caso del empresario de apellido Velasco, supuesto asesor y financista de la campaña electoral del Presidente; las marchas, contramarchas y “festejos” del 21 de enero; el asesinato de un funcionario de Petroecuador, investigador de robos de combustible; el no pago de las multas que deben pagar los partidos que se sobrepasaron en sus gastos de campaña; el “poema humano”, organizado por doña Ximena, que dio la vuelta al mundo como obra de la desorganización humana; la suspensión del proceso de concesión de las telefónicas; el atentado criminal a Leonidas Iza, presidente de la Conaie, y sus familiares; el lío del embajador del Ecuador en Argentina; y así tantas noticias que desangran al país por dentro.

Entre tanto, el Ecuador reclama con urgencia una decisión sobre el agro, ante la grave sequía que asuela los campos en la Sierra y en la Costa; la reactivación del aparato productivo; una postura más seria sobre el papel de las Fuerzas Armadas ecuatorianas en la posguerra –a propósito, ¿dónde está el Libro Blanco?–; una nueva Ley de Educación compatible con la norma constitucional y las necesidades de cambio; una agenda mínima de gobierno; y por supuesto, el tema mencionado arriba: el TLC, que nos guste o nos disguste, es un referente necesario para crecer y combatir la pobreza con producción, productividad, competitividad y equidad. Lamentablemente, bien se dijo en un seminario reciente: “el mayor obstáculo para lograr una reforma económica consistente y sustentable es la inestabilidad política”. En efecto, ciertos líderes no quieren encender la luz para ver el camino; al contrario, hacen todo lo posible, como agoreros del desastre, para caotizar y oscurecer, para detener y oponerse a todo, sin proponer nada. Junto a ellos, los antidolarizadores afilan sus estrategias. El Ecuador necesita un liderazgo más allá de los partidos políticos, más allá de las contingencias de un gobierno; un liderazgo pro activo, positivo, que conduzca y prepare al país, y a sus fuerzas sociales, económicas, políticas y culturales para insertarse en el primer mundo, con un desarrollo humano que no lleve a la gente al sufrimiento o al “gran escape”, sino a construir y producir futuro con su propio esfuerzo. ¿Podría darme su opinión?