El gas licuado es un combustible que en Ecuador ha creado dos oligarquías: la de los envasadores de gas, que siempre manejan “sabiamente” a la Dirección General de Hidrocarburos (DGH); y, la de los indígenas y políticos populistas que paralizan el país cada vez que un gobernante anuncia la lógica revisión del valor de este producto.

Eso se pudo evitar si Petroecuador en vez de “invertir” en cuantiosas liquidaciones a sus ejecutivos, empleados y obreros, pone en Esmeraldas y La Libertad plantas de tratamiento de gas natural, y evita las cuantiosas importaciones que son almacenadas a un costo millonario en buques anclados en la costa; y elimina los subsidios que hacen atractivo el contrabando hacia Colombia y Perú, con el agravante de que los cilindros regresan dañados, y el Estado ecuatoriano debe pagar su reparación.

Además, pese a que en nuestro país hemos gastado millones de dólares en unificar las válvulas, las envasadoras solo reciben cilindros de “su color”,  pero a la DGH todavía no se le ocurre nada, cuando la solución sería unificar el color de los cilindros, y cerrar las envasadoras cercanas a las fronteras.

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A esta medida habría que agregar la elevación del precio del gas en lo internacional, por lo menos a su costo real; y para evitar los inconvenientes sociales se podría subsidiar a las clases sociales más necesitadas, pagando, prorrateado, a los beneficiarios del bono solidario y a los jubilados, el valor de seis cilindros anuales.

Raúl Alvarado González
Guayaquil

Ya era hora de que el Gobierno se amarrara los pantalones y dejara el miedo. Es mucho más barato elevar el precio del gas a $ 5 que cualquier otro tipo de medida.

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Si quiere subsidiar el gas para los más pobres, está bien que lo haga, pero a través del bono de desarrollo humano; de esta manera cortaría de raíz el problema de las subidas al precio del gas.

Marlon Carrera
Guayaquil