Lo sabemos y lo hemos experimentado también nosotros, especialmente los padres de familia, que cada vez que intentamos predicar a nuestros hijos lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer, a estos les entran unas ganas nazaretanas de despeñarnos... aunque sea por una ventana.

Lo saben los trabajadores que intentan disuadir a sus compañeros de irse a gastar en las “cantinas” lo que tanta falta les hace a sus “hijos” (los de cada uno, por supuesto).

Lo saben las organizaciones y las personas que se manifiestan en favor de la vida.

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Lo saben los periodistas que hacen denuncias justas o levantan la voz contra la inmoralidad pública.

Lo saben los médicos y las enfermeras que defienden la vida de los niños por nacer.

“Nadie es profeta en su tierra”, pero esto a nadie lo exime de la obligación de serlo, hablando y actuando siempre como cristianos, alentados por el ejemplo de Cristo, aunque muchos quisieran despeñarnos o hacernos desaparecer.
(Colaboración de Luz del Domingo Especial para Diario EL UNIVERSO)

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