La razón principal para explicar los faltantes, sin embargo, es que los ingresos han caído. Los recibos de impuestos federales como una parte del ingreso nacional actualmente están en su nivel más bajo en Estados Unidos desde 1950.

Incluso los conservadores están empezando a admitir que George W. Bush no va en serio cuando afirma que está haciendo algo con respecto al creciente déficit presupuestario. En el mejor de los casos –tomando prestado el lenguaje que ya es clásico en el mensaje sobre el Estado de la Unión– su Administración está comprometida en actividades de un programa relacionado con la reducción del déficit.

Sin embargo, estas admisiones han ido acompañadas de una leyenda urbana acerca de lo que salió mal. Según informes astutamente engañosos por parte de la Fundación Heritage y otras fuentes de orientación similar, el déficit está creciendo debido a que Bush no es tan conservador como debería: el mandatario estadounidense está permitiendo un crecimiento descontrolado en el gasto doméstico. Este mito está enfocado a desviar la atención del verdadero culpable: recaudaciones fiscales sumamente reducidas, principalmente de empresas y de los ricos.

¿Está creciendo realmente de manera excesiva el gasto interno? Considérenlo: haciendo a un lado los subsidios agrícolas, ¿cuáles programas domésticos han sido depositarios de generosos aumentos en el presupuesto en los últimos tres años? ¿La educación? No sean tontitos: (el programa) Ningún Niño Queda Atrás se está convirtiendo a grandes pasos en una broma enfermiza.

De hecho, muchas dependencias gubernamentales presentan una severa carencia de recursos. Por ejemplo, el mes pasado, la directora de la policía del Servicio Nacional de Parques admitió ante reporteros que su fuerza enfrentaba serias carencias presupuestarias y de personal, y fue despedida a la brevedad.

Un reciente estudio por parte del Centro sobre Prioridades Presupuestarias y de Política saca las cuentas. Si bien el gasto general del gobierno ha aumentado rápidamente desde el 2001, la mayor parte del incremento se puede atribuir a los desembolsos en la Defensa y Seguridad Territorial o al tipo de gasto gubernamental, como el seguro para el desempleo, que automáticamente sube cuando la economía está deprimida.

¿Por qué, entonces, enfrentamos la perspectiva de enormes faltantes hasta donde puede ver el ojo? Una parte de la respuesta está en el repunte del gasto en la defensa y la seguridad territorial. La razón principal para explicar los faltantes, sin embargo, es que los ingresos han caído. Los recibos de impuestos federales como una parte del ingreso nacional actualmente están en su nivel más bajo en Estados Unidos desde 1950.

Por supuesto, la mayoría de la gente no siente que sus impuestos hayan descendido marcadamente. Y están en lo correcto: los impuestos que recaen sobre todo en los estadounidenses de ingresos medios, como el impuesto de nómina, siguen rondando niveles históricamente elevados. La declinación en ingresos ha provenido casi por completo de impuestos que son pagados, en su mayoría, por el 5% de las familias más ricas: el ingreso personal sobre la renta y el impuesto sobre las ganancias corporativas. Hoy día, estos impuestos combinados abarcan una porción menor del ingreso nacional en comparación con cualquier año desde la II Guerra Mundial.

Esta declinación en recaudaciones fiscales de los acaudalados es el resultado, en parte, de las reducciones fiscales de Bush, que representan más de la mitad del déficit proyectado para este año. Sin embargo, probablemente también refleje una epidemia de anulación y evasión fiscal. Todos los que deseen entender qué le está ocurriendo al sistema fiscal deberían leer Perfectamente Legal, el nuevo libro de David Cay Johnston, el reportero fiscal del New York Times, el cual muestra cómo las ideologías han vuelto seguro a Estados Unidos para las personas ricas que no tienen ganas de pagar impuestos.

Quedé particularmente asombrado por la descripción de Johnston acerca de las audiencias del Comité de Finanzas del Senado, concebidas cuidadosamente, entre 1997 y 1998. Los senadores Trent Lott y Frank Murkowsky acusaron al Servicio Interno de Recaudaciones (IRS) de tácticas similares a las de la “Gestapo”, y el Congreso estadounidense aprobó nuevas reglas que restringieron severamente la capacidad del IRS para investigar a presuntos evasores fiscales. Solamente más tarde, cuando las cámaras ya no estaban filmando, quedó en claro que todo el asunto era una estafa. La mayoría de las acusaciones no eran ciertas, y había buenas razones para creer que el testigo estrella, quien describió dramáticamente cómo agentes del IRS lo humillaron, realmente estaba participando en una evasión fiscal de grandes proporciones (con el tiempo terminó pagando 23 millones de dólares, insistiendo en que él no había hecho nada malo).