El Presidente lo anunció a su regreso de Davos, donde se codeó con los poderosos: buscará ampliar el acuerdo con el FMI y mantener esa línea económica (me viene a la mente algo muy sincero: una razón por la cual el Presidente mantiene una línea de manejo fiscal prudente es porque así se lo han recomendado todos los grandes jerarcas que ha encontrado en su camino durante este primer año de aprendizaje, y al no estar acostumbrado a volar por esas altas esferas del poder mundial, el mensaje le ha impactado con más firmeza).

Personalmente no me entusiasma el FMI. Preferiría que el país viva sin sus dictámenes, opiniones y continuas misiones. Pero tampoco soy un acérrimo opositor a sus acciones. La verdad es que el FMI rara vez ha apoyado cambios importantes, de los que cambian radicalmente la manera de enfocar al país, a la economía y a la sociedad en el largo plazo. Por ejemplo, no estuvo de acuerdo con la dolarización, hubiera preferido algo más moderado y tibio. Nunca ha apoyado que Petroecuador deje de estar inmiscuido en el petróleo, cuando hay tantas empresas especializadas que podrían hacer ese trabajo mucho mejor. Quizás en los últimos tiempos su mayor mérito ha sido el de apoyar fuertemente la Ley de Transparencia y Responsabilidad que al menos pone un límite al gasto público y da un mejor uso a los recursos petroleros. Pero (una burocracia internacional solo puede defender a la burocracia local), en el largo plazo ha apoyado que el Estado crezca sin sentido, solo preocupándose que existan los impuestos suficientes para financiarlo.

Sin embargo, el FMI ha sido útil. En ciertos momentos para poner un límite (aunque tibio y muy temporal) a los desmanes politiqueros de los gobiernos. Sin la presión del FMI, el país hubiera sido un poco más indisciplinado de lo que ha sido.
Por otro lado, luego de habernos endeudado irresponsablemente, el FMI ha servido para canalizar recursos al país (propios y de otros) que por lo menos permiten financiar ese pago de la deuda. Quizás ese apoyo del FMI ha evitado que todos los actores en este juego (Gobierno y prestamistas internacionales) asuman sus responsabilidades y realmente encuentren una solución viable en el largo plazo.

Quizás, no lo sabemos. Pero en el mundo subóptimo en que vivimos sí ha sido de un cierto apoyo, aunque eso desgraciadamente nos ha significado una cantidad insoportable de imposiciones.

Unos le critican al FMI porque no se mete más y no apoya grandes reformas.

Otros porque (dentro de su tibieza) es demasiado entrometido. “Palo porque bogas… ”. También es cierto que hay pocos momentos en que los programas se han cumplido: hay apenas 3 o 4 años en que podemos decir “todo se hizo bajo un programa con el Fondo”. Pero lo más cierto es que los países avanzan más cuando desde su interior nacen las reformas profundas que la sociedad necesita, cuando la política sirve para encontrar un sendero propio. No esperando vengan de afuera, ni solicitando un salvavidas internacional.