La economía de Brasil se debate entre dominar la inflación con altos tipos de interés o estimular el crecimiento y generar empleos, un drama al estilo de Hamlet que enfrentó este viernes a expertos de ambos bandos.
 
En un seminario para analizar estos asuntos, el presidente del Banco Central, Henrique Meirelles, enfatizó su compromiso de mantener la cautela, pese al nerviosismo de los mercados y las críticas de los "desarrollistas".
 
"La economía está mejorando de forma sustentable y coherente. No podemos depender de los humores del mercado", dijo Meirelles tras insistir en que no se puede caer en "inventos ni piruetas".
 
Las tasas de interés en Brasil llegan hasta 150 por ciento anual y se sitúan entre las más altas del mundo en términos reales. Empresarios, consumidores y políticos elevan al BCB sus plegarias a favor de la reducción.
 
Mientras, algunos economistas alertan que con esa especie de camisa de fuerza la economía no puede despegar y que es posible permitir una mayor inflación, para reactivar la demanda, el consumo, la producción y el empleo.
 
La inflación prevista para este año es del seis por ciento, frente al 9,3% de 2003.
 
El Producto Interno Bruto no creció el año pasado y ya comienzan a surgir dudas acerca de la oferta oficial de impulsar un despegue de entre el tres y el cuatro por ciento en 2004.
 
En la mitad de esos bandos están los "ciclotímicos" mercados financieros, que suelen aprovechar cualquier oscilación de los intereses o la inflación para especular con valores brasileños.
 
El Banco Central decidió la semana pasada dejar en el 16,5% anual la tasa mínima de interés y ahora achacó su cautela a los riesgos inflacionarios.
 
Meirelles recalcó hoy que para que Brasil crezca de manera estable debe mantener la confianza de los inversionistas.
 
Aflojar las riendas y permitir un crecimiento inflacionario, por el contrario, genera "efectos perversos" entre los más pobres, dijo Meirelles, un ex banquero del sector privado.
 
Esta estabilidad, según la ortodoxia es clave para atraer capitales privados a sectores donde el gobierno no está en condiciones de invertir.
 
Durante el seminario organizado por el grupo editorial "Jornal do Brasil", quedó claro que no todos comparten esta tesis.
 
El presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), Carlos Lessa, afirmó que aunque la estabilidad de la economía es "innegociable" no garantiza por sí sola el crecimiento.
 
Lessa recalcó que Brasil necesita invertir en infraestructura para atraer capitales. "La inversión extranjera no es la locomotora de la economía, ésa no es su función" dijo.
 
Brasil tiene 12 millones de desempleados, 40% de ellos con menos de 25 años de edad que no encuentran trabajo, destacó.
 
"Se puede hacer", dijo Lessa al promover grandes proyectos de inversión por miles de millones de dólares. Brasil, dijo, atraviesa un drama al estilo de Hamlet, entre "ser o no ser" el gran país que durante décadas se ha propuesto ser.
 
Mientras duda, en la última década ha caído desde el octavo lugar entre las mayores economías del mundo hasta el duodécimo, destacó este académico que defiende el desarrollo con más producción, mejor distribución del ingreso y menos injusticia social.
 
Un portavoz del Ministerio de Hacienda destacó que para crecer el país debe tener sólidas cuentas fiscales, inflación baja y mantener cuentas externas favorables.
 
Lo que los críticos del gobierno llaman de una política "draconiana", arrojó en 2003 un saldo fiscal positivo equivalente a 4,32% del Producto Interno bruto (PIB), superior al 4,25% del PIB acordado por el gobierno con el Fondo Monetario Internacional.
 
Así, el gobierno garantizó un excedente equivalente a unos 20.000 millones de dólares para pagar deuda pública externa, muy superior a los cerca de 17.000 millones de dólares ahorrados en 2002.
 
Economistas como Paulo Nogueira Batista, de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas, sostienen que esta política monetaria y fiscal "es excesivamente apretada".
 
"Brasil tiene exceso de buen comportamiento", estas cifras no son nada para celebrar en un país que no ha crecido en 20 años, afirmó Nogueira.