En 1966 el quiteño Miguel Jiménez fue designado director titular de la Orquesta Sinfónica de Cuenca. Hoy, su batuta es la que conduce a la Sinfónica guayaquileña, en su decimoséptimo concierto de temporada, en el Teatro Centro de Arte de la Sociedad Femenina de Cultura (km 4½ de la vía a Daule) a las 20h30. La entrada es gratuita.

Jiménez está aquí porque hace dos años realizó una especie de convenio con el  maestro armenio Davit Harutyunyan,  director titular de la orquesta de Guayaquil, para hacer intercambios de instrumentistas, solistas e incluso de directores, como en esta ocasión. Señala que él y Harutyunyan coinciden en que los intercambios contribuyen en la medida en que “a pesar de ser las mismas obras,  la actitud musical cambia de acuerdo con la conducción de cada director y eso enriquece mucho al conjunto”.

El repertorio que Jiménez eligió para este recital incluye las obras Obertura La scala di seta, de Rossini; Concierto para oboe y orquesta en do mayor, de Mozart; y la   Sinfonía Nº 38 Praga, también de Mozart. Lo escogió porque,  según indica, “no quería algo tan fastuoso;  más bien   quería un repertorio caracterizado por la sutileza y la intimidad”.

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El oboísta que actuará como solista en el segundo tema es Ryszard Jarosik, quien integra la Sinfónica de Guayaquil hace dos años. Jiménez considera que ha sido muy fácil ensayar con él porque “conoce la pieza perfectamente; además, porque antes de los ensayos intercambiamos ideas con respecto a lo que sentimos cada uno y complementamos las diversas intencionalidades”, afirma.

Este director, que además es clarinetista y estudió en la Universidad de Texas en Austin y en la academia Federico Chopin en Varsovia (donde también estudió Jarosik), refiere que parte de la promesa personal de ser un buen músico, es “hacerse al arte a tiempo completo y entregarse totalmente”.

Jiménez asegura que para abril próximo su orquesta y la de esta ciudad se unirán para tocar en Cuenca.