“Hay que dejar que las manos hablen; permitir que se exprese corporalmente lo que la letra y la música dicen”. Esa frase pronunciada por la maestra argentina Mónica Pacheco resume el trabajo que realiza desde el lunes anterior en esta ciudad: dicta un taller de dirección coral, enfocado en el análisis y técnica de obras corales del renacimiento y romanticismo.

Entre instrumentistas y directores de coros, son doce los que se reúnen para recibir las clases en la Casona Universitaria. A pesar de que las jornadas de trabajo duran cuatro horas (de 18h00 a 22h00), “resultan cortas, porque son realmente interesantes e intensas”, señala Pilar Delgadillo, quien está en el seminario y es directora del coro de niños del conservatorio Antonio Neumane.

También están, entre los asistentes, Juan Carlos Urrutia, director del coro de la Casa de la Cultura; Francisco Aguilera, director del coro de niños de la Universidad de Guayaquil; y Ana María Vargas, quien dirige la academia de música Preludio. Además, está una directora de coros de un colegio de Piura, Perú. Ella, Carolina del Río, vino al país por otras razones y extendió su estancia aquí porque Urrutia le contó del seminario, que define como “realmente enriquecedor”.

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El curso se inicia con una parte teórica. En estas dos horas, Pacheco sitúa a los músicos en el contexto histórico, les da detalles sobre las formas musicales que se desarrollan durante cada etapa y les cuenta cuáles son los elementos predominantes en cada época.

Los alumnos, mientras tanto, comprueban lo que dice en sus partituras, y hacen los respectivos ejercicios que con la práctica les darán la “independencia necesaria entre ambas manos, para conducir a las voces, para marcar sus entradas y reproducir el carácter de las piezas aprendido en la teoría”, como la maestra indica. 
 
Tras aproximadamente veinte minutos de receso –que dura la vocalización del Coro de la Universidad de Guayaquil– los directores entran al salón nuevamente.

La adrenalina sube y se siente latente, porque lo aprendido en las dos primeras horas debe ser aplicado en este coro, que estudió las obras bajo la dirección de Fernando Gil Calderón, hijo del director de esta agrupación, Enrique Gil, 15 días antes de que se realice el curso.
 
Los resultados son reflejados en este cuerpo vivo que está adiestrado a seguir las manos del director. Hay quienes se muestran nerviosos. También están los que se destacan,  porque tienen más experiencia en esta actividad.

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Las cuatro horas de clases han pasado, e incluso, se estiran un poco.

El pianista y también corista Fernando Silva comenta que al final “es gratificante para todos, porque además de que aprendemos historia de la música y la gestualidad de la dirección para cada época, compartimos con otros este gusto por la actividad coral”.

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El taller concluirá mañana, con un concierto gratuito que se realizará en la Casona Universitaria (Chile y Chiriboga), a las 21h00.