Ahí están ellos, en plena celebración de la “gesta heroica” del 21 de enero.

Para eso pusieron al servicio de la causa toda su inteligencia. Toda su voluntad. Todo su esfuerzo.

Nombraron un director general, encargado de garantizar que los coliseos y las canchas se llenaran. Nombraron un director artístico, encargado de encontrar los cantantes y las orquestas para el desarrollo de los espectáculos, gratificados con comida y bebida para los asistentes. Y nombraron un encargado de seguridad y comunicación, tanto para que la fiesta no sufriera el posible boicot de las fuerzas oscuras cuanto para promocionarla convenientemente, según los dictámenes de la inteligencia militar.

La logística no les cogió de nuevo. Antes, ya habían organizado varias marchas y concentraciones con las que demostraron que el pueblo sale a las calles, salta, canta o baila si de apoyar al Presidente de la República se trata. Si para ello hay que echar mano de la legión de burócratas, qué más da. Si para ello hay que echar mano de los recursos del Estado, qué más da. Si para ello hay que usar el tiempo que debería destinarse a menesteres más provechosos, qué más da.

Lo que importa es que se sepa que el Ecuador cuenta con un mandatario capaz de movilizar a las masas, aunque esas masas tengan, por orden superior, que faltar a su trabajo, viajar largas horas en buses alquilados que las llevan de una provincia a otra, desfilar en medio de un sol abrasador o bailar al ritmo de la tecnocumbia.

Y es que gobernar, para los Villas, los Braganzas o los Villarrueles que de este Gobierno han sido, no es sino un permanente juego de inmediatez: la consecución del cargo público, el letrero al pie de cualquier obra de relumbrón, el golpe de efecto que produce una declaración altisonante, el elogio zalamero y desmesurado al Coronel en jefe.

Lo demás, no importa.

No importa, por ejemplo, que alguien, en una acción desinteresada y que tantos beneficios ha producido a la gente más pobre, pida disponer de un material de desecho petrolero para, con los hierros retorcidos que yacen oxidados por el olvido y la desidia, construir más puentes de los muchos que ya ha hecho. ¡Que no los haga si no pinta en ellos la leyenda “Obra de Lucio”!, ha respondido el ministro Arboleda, un conspicuo miembro de la Sociedad Patriótica.

Los puentes, pues, no serán levantados porque el constructor, en una acción que le enaltece, se niega a promocionar mentiras.

Mientras tanto, los otros siguen pintando de fiesta y de jolgorio el nepotismo y la demagogia, las obras más visibles de los participantes en la “gesta heroica” del 21 de enero.