Tres soldados norteamericanos y dos miembros de la Defensa Civil iraquí resultaron este sábado muertos por la explosión de una bomba accionada por control remoto en el distrito de Al Taji, al norte de Bagdad.
 
El ataque causó heridas a otros dos militares de EE.UU. que viajaban con las víctimas mortales en un vehículo de combate Bradley que formaba parte de un convoy y que, según testigos presenciales, saltó por los aires al producirse el estallido.
 
Fuerzas norteamericanas cortaron de inmediato el acceso al área, que esta noche continuaba siendo sobrevolada por helicópteros estadounidenses ante la sospecha de que estuviera sembrada de más artefactos explosivos después de la detención en las cercanías de tres iraquíes con material para preparar ese tipo de bombas.
 
La operación armada de la resistencia se produjo junto a un campamento militar que era el mayor de Iraq tras el de Al Rachid, al sur de la capital,  y que fue escenario de la destrucción de los misiles Al Sumud II con que Sadam Husein intentó evitar in extremis la campaña bélica que en abril derrocó su régimen.
 
Situada a treinta kilómetros del centro de Bagdad, Al Taji es una de las zonas del cinturón de la ciudad donde se registra más hostilidad contra las tropas de EE.UU., que con frecuencia realizan redadas en las inmediaciones para capturar insurgentes.
 
Las nuevas bajas norteamericanas elevan a más de quinientos el número de soldados estadounidenses muertos desde el inicio de la guerra el 20 de marzo, 231 de ellos abatidos tras el fin el 1 de mayo de las principales operaciones militares en el país.
 
El ataque supone, no obstante, el primero en que mueren miembros de la Defensa Civil iraquí, cuerpo de seguridad creado e instruido por las fuerzas de la coalición.
 
El incidente armado tiene lugar veinticuatro horas después de que el comandante de las tropas de EE.UU. en Iraq, general Ricardo Sánchez, dijera que los ataques diarios de la resistencia se han reducido a la mitad, de treinta a quince.
 
El militar estadounidense anunció también ayer que esta semana habían sido detenidos 360 insurgentes, antes de aprovechar la ocasión para pedir a los partidarios del antiguo régimen que depongan las armas y se unan a la reconstrucción del Estado.
 
La nueva operación de la resistencia coincide por último con el pulso político que el principal líder religioso chií de Iraq, ayatolá Ali Sistani, mantiene con el administrador civil del país, el diplomático norteamericano Paul Bremer, sobre el calendario para el traspaso del poder a los iraquíes.
 
Sistani exige la celebración inmediata de elecciones -en contra del plan de Bremer de formar un gobierno en junio, antes de la convocatoria a las urnas-, en lo que constituye el mayor desafío de ese líder espiritual, con autoridad religiosa sobre el 60 por ciento de los iraquíes, a la administración estadounidense.
 
Tras entrevistarse en Washington con el presidente norteamericano, George W. Bush, Bremer precisó este sábado que respeta la opinión de Sistani, pero insistió en que todavía no se dan las condiciones para unos comicios libres y sólo se mostró dispuesto a realizar "algunos ajustes" al actual diseño para devolver la soberanía a la población local.