Por la devaluación del peso, cientos de ecuatorianos viajaron hacia la Argentina para cursar una carrera.

“Desde el colegio, siempre estuve esperando graduarme para ir de intercambio o algo así”, dice Lorena Duque, quien a sus 19 años comparte una aspiración bastante frecuente entre los jóvenes de la clase media ecuatoriana: vivir la experiencia de estudiar en el extranjero.

“Pero no se me dio. Yo era la que iba al aeropuerto a despedir a mis amigas, y siempre pensaba: ¿Cuándo será el día en que pueda viajar?, no me importa a dónde sea, yo me quiero ir”, afirma.

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Hace dos meses Lorena lo logró. Su mejor amigo viajó a Buenos Aires y le contó que gracias a la devaluación en Argentina (durante el 2003 el dólar mantuvo una cotización de 2,8 pesos), ahora resulta conveniente viajar a este país, no solo para hacer turismo y compras, sino también para quedarse a estudiar.

Así que sacó cuentas, consultó en varias universidades y convenció a sus padres de que tenía que aprovechar esta oportunidad y en marzo empezará a estudiar dirección de cine. Ella es una entre los cientos de jóvenes ecuatorianos que en el último año se han instalado a vivir en Argentina para asistir a la universidad.

Durante el 2002, el Consulado argentino (con sede en Quito) emitió un poco más de 100 visas de estudiantes, pero en el 2003 la cifra se triplicó.

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Los aspirantes hicieron el trámite a mediados del 2003 para ingresar al segundo cuatrimestre, y las solicitudes para empezar el período 2004 en marzo, ya empezaron a llegar.

A estos se suman los 400 ecuatorianos que ya están estudiando con sus papeles en regla, y deberíamos agregar los otros cientos que acaban de viajar a Ecuador para aprovechar las vacaciones de verano y regularizar su situación antes de volver a Argentina, algo que es necesario hacer desde Quito, ya que las universidades privadas como la de Palermo o Belgrano –las más concurridas por los primeros estudiantes ecuatorianos– los aceptaron sin pedir sus visas estudiantiles.

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Según referencias de las universidades, la mayoría de ecuatorianos prefiere estudiar cine, video y televisión, aunque la oferta educativa argentina es muy variada (desde ingeniería de alimentos, diseño industrial, gráfico o de indumentaria, hasta ingeniería aeronáutica). “Y todo esto por la crisis argentina. Gracias Ménem”, indica convencido el ecuatoriano Lucho Ochoa, que sigue Administración de Negocios.

“Con lo que acá vivo y pago la universidad, mi mamá gasta menos que cuando me pagaba el colegio en Ecuador”, asegura Diego Vallejo que estudiaba en una universidad privada de Quito y ahora estudia en la Universidad de Palermo –que le cobra 120 dólares al mes.

Patricia Córdova, secretaria del Consulado argentino en Ecuador, informó que cada vez son más jóvenes que se apuntan para las universidades públicas (gratuitas), aunque tienen exigentes exámenes de ingreso (como el Instituto Universitario Nacional de Arte, la Universidad de Buenos Aires, o la Nacional de La Plata).

Melissa Spurrier, quien estuvo ocho meses en Argentina, especializándose en psicoanálisis, tiene la impresión de que aunque el grueso de esta migración la integre la clase económica media alta, hay un número importante de chicos que “no habrían tenido la posibilidad de estudiar en el exterior y que ahora podrán hacerlo”.

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En una noticia sobre estudiantes extranjeros publicada en el periódico de una universidad de Buenos Aires, el 90% de los testimonios corresponde a ecuatorianos.

Adriana García, de la facultad de Diseño y Comunicación, asegura en la publicación que en Argentina está feliz. “Lo que más me gusta es andar en colectivo”, señala, “porque allá (Ecuador) nunca tomé un bus”, agrega.

A Álex Ontaneda, que cursa una maestría en la misma universidad, leer ese testimonio le causó risa. “Y no es por burlarme, pero me da gracia que cuando en Ecuador tenemos tantas comodidades, al irnos es lo que más extrañamos”, acotó.

En los chicos se evidencian las diferencias sociales y se están adaptando a una nueva vida. “Hasta llevar la ropa al lavadero, todo lo que antes no hacías es un nuevo reto, un problema a resolver”, resume Andrés Redrován, que estudia Dirección de Cine.

La vida y los estudios de estos jóvenes, en Buenos Aires, se los pagan sus padres, y para algunos un siguiente paso en su proceso de independizarse es conseguir empleo.

Al llegar a Buenos Aires, lo más práctico para algunos suele ser hospedarse en una residencia estudiantil (se reserva desde Ecuador, algunas incluyen las comidas y es más barato que un hotel).

Estos lugares tienen reglas que van desde restricciones en las visitas hasta la prohibición del consumo de alcohol y “de sustancias ilegales fácilmente reconocibles por su olor”, a veces con la advertencia de echarlos si no las cumplen y comunicar la transgresión a los padres.

Sin embargo, esto no parece ser un problema para la mayoría, que desde allí forman grupos para mudarse a un departamento (entre ecuatorianos).

El trato con argentinos es otro punto en el proceso de adaptación de los estudiantes ecuatorianos. Para Lucho, la mayoría “son buena gente”. “Los argentinos son más tolerantes con los gays, uniones libres”, añade.