Con mi padre observé desde el tercer piso del aeropuerto Simón Bolívar el despegue, y puedo dar testimonio  de lo siguiente:

La aeronave comenzó a elevar el tren de aterrizaje, y cuando estuvo frente a nosotros (no había cruzado aún por encima de la vía que va del puente a la teminal terrestre), fue directo contra varios gallinazos que estaban dando vueltas en círculo (tal y como lo hacen cuando encuentran un animal muerto).

Solo uno de esos animales ingresó a la turbina izquierda del avión, el que emitió un sonido similar a una explosión, y luego comenzó a sonar de forma anormal.

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Antes del impacto, el tren de aterrizaje frontal no subió completamente en ningún momento, lo cual lo sintieron los pasajeros en el interior del avión; el tren de aterrizaje posterior sí subió.

El accidente no ocurrió a los 600 pies (200 m) como indicó el aeropuerto, sino a 70 o 100 metros, pues es imposible que la aeronave alcance semejante altitud antes de cruzar por la vía a la terminal terrestre.

Debido a mi formación en ingeniería mecánica supe que ese tipo de avión podía maniobrar con una sola turbina, aunque me preocupó la pérdida de potencia cuando la aeronave estaba subiendo. El avión retornó a los 15 o 20 minutos con todos los pasajeros asustados, pero sanos y salvos.

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Luego de ver lo que ocurrió con la turbina caí en cuenta que a menos de 10 metros de la pista había un grupo de garzas, algunas de las cuales estaban volando. A lo lejos, en dirección de la Base de la Fuerza Aérea observé más aves en pleno vuelo. En todos los aeropuertos del mundo existen sistemas que evitan la presencia de aves, para que estas no destruyan las turbinas o hélices y el fuselaje de los aviones al despegar o aterrizar, lo cual fue lo que sucedió en este caso.

Al retornar el avión, se envió a la pista solo una camioneta del cuerpo de bomberos del aeropuerto, no hubo ambulancias ni otros vehículos. En el aeropuerto –incluyendo a la compañía aérea internacional cuyo avión pasó por ese inconveniente– nadie sabía nada del asunto.

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En el aeropuerto hay solo cuatro cabinas telefónicas en arribo internacional, y ni un solo teléfono monedero. La regeneración está bonita, pero le faltan ciertas cosas que se deben corregir.

Se demoraron otra media hora más en entregar las maletas, y lo único que les indicaron a los pasajeros fue que vayan al mostrador de la aerolínea donde hicieron cola para que esta les diga que no sabía qué hacer.

A los pasajeros extranjeros no les permitieron hacer llamadas a sus países.

Pasaron 20 minutos más y les pidieron a los pasajeros que se dirijan a cualquier oficina de la aerolínea en Guayaquil, porque en el aeropuerto no podían hacer nada.

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Fuimos con mi madre a la isla de dicha aerolínea en el Policentro, en donde nos confirmaron un puesto en otro vuelo.

Deseo que se investigue por qué el aeropuerto no controla las aves en sus alrededores, por qué no enviaron más vehículos para prever una emergencia al momento del aterrizaje, y por qué la información tardó tanto en ser transmitida entre el aeropuerto, el personal de seguridad y la aerolínea.

Daniel Blum Velasco
Guayaquil