Con la obra El baile de la Victoria, el autor chileno Antonio Skármeta obtuvo, en octubre pasado, en España, el Premio Planeta de Novela.

En  El baile de la Victoria, novela del escritor  chileno Antonio Skármeta, por la cual obtuvo el pasado mes de octubre el Premio Planeta, se juntan los marginados, los olvidados de la sociedad, las víctimas indirectas del Chile de la dictadura del general  Augusto Pinochet, y también del presente democrático, de ese Chile moderno, frío y gris, que es el escenario  donde se desarrolla la obra. Son los pobres, los privados de la libertad y la instrucción, los carentes de afectos o las personas a las que la vida les mezquinó un mejor destino, los que pueblan la nueva novela  del narrador latinoamericano, de 63 años, quien cimentó su notoriedad internacional  luego de que la cinta  El cartero de Neruda, basada en uno de sus libros, se convirtiera en éxito de crítica.

Skármeta, que cumplió funciones diplomáticas y ahora se dedica solo a la literatura,  junta en El baile de la Victoria a dos jóvenes  que  nada tienen, salvo su juventud, la osadía de sus años y la ingenuidad de los  sueños, y a un hombre maduro que en una época tuvo dinero y ya no le queda ni una moneda en el bolsillo, ni el afecto de la familia, ni la posibilidad de una vida normal, pero le sobra maestría en el arte del delito,  etapa de su existencia que desea  olvidar.

Ángel Santiago, provinciano  pobre, ex presidiario, a quien condenaron a cinco años de cárcel por haber robado un caballo; y Victoria Ponce,  hija de un maestro asesinado durante la dictadura, que vive en la indigencia, expulsada del colegio y sin dinero para pagar las clases de danza  a las que asiste, forman el dúo de jóvenes que hace amistad con Vergara Grey,  el hombre maduro y  ex presidiario, y se crea así un trío de amistad, solidaridad,  delirios  y  transgresiones.

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Vergara Grey quiere, una vez libre, recuperar el amor de su esposa y de su hijo y no volver a delinquir, pero Ángel Santiago, desde su inocente y dolorosa precariedad,  lo entusiasma para que  hagan un millonario asalto, al que denomina  el Gran Golpe, que los sacará de la pobreza y les permitirá vivir honesta y cómodamente  el resto de la vida. Y mientras preparan el asalto, estos personajes sombríos cargan con sus angustias, su hambre,  su marginalidad y sus humillaciones. Victoria, por ejemplo, se prostituye en la oscuridad de un cine de barrio, pese a que ama a Ángel Santiago.

Con  Victoria, Ángel Santiago y Vergara Grey, interactúan varios hombres y mujeres, seres también de alguna forma   marginales (la profesora de danza, la maestra de dibujo del liceo donde estudiaba Victoria, un carabinero, un cuidador de carros, una recepcionista) pero leales  y, a su manera, dignos. Ellos   ayudan a configurar esta  historia, en la que el narrador, una voz en tercera persona, se adhiere a la causa de los protagonistas y convoca, con sus descripciones y puntos de vista, a la solidaridad del lector.

Memorable es el pasaje  en que Ángel Santiago y Vergara Grey se apoderan con artilugios, por unos instantes, del Teatro Municipal, un  sitio inalcanzable para las estudiantes de  academias de barrio como Victoria, y promueven que la joven  interprete, sobre el amplio escenario,  una coreografía basada en un poema de Gabriela Mistral, ante menos de una decena de amigos, que aplauden su talento y que la acompañan en este acto de subversión y de libertad, de rebeldía y amor.
 Referencias a  actores de moda o a situaciones actuales, revelan que la novela se desarrolla en el presente, en esta época en la que la dictadura es un  recuerdo, aunque todavía  provoca dolor. En este hoy en el que las apariencias cuentan más que los afectos. Skármeta, sin embargo,  apuesta por  el amor y los sueños,  pese a que  esto, en la obra,   no sea más que una lejana realidad. El baile de la Victoria es la utopía de los marginados.