Escuchan misa en latín con una liturgia ya abolida por el Vaticano. Se abstienen de comer carne los viernes y las mujeres se cubren la cabeza en la iglesia. Durante más de tres décadas, un número reducido de católicos en EE.UU. emplea formas de culto abandonadas por sus pastores.

Ahora sus creencias ultraconservadoras están bajo escrutinio en momentos en que su adherente más famoso, el actor y director de cine Mel Gibson, se apresta a exhibir una película sobre la crucifixión de Jesús que aun antes de su estreno es objeto de controversias.

El catolicismo tradicionalista nació en oposición a las reformas instrumentadas por el Concilio Vaticano Segundo, una serie de reuniones de la plana mayor de la Iglesia de 1962 a 1965, que introdujo cambios radicales como oficiar la misa en los idiomas locales, celebrarla de cara a los feligreses e impartir la comunión en la mano en vez de la boca.

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Gibson se ha negado durante años a precisar en detalle su afiliación religiosa y volvió a negarse en una entrevista por correo electrónico con la AP  al final del 2003.

Las creencias personales del actor son motivo de polémicas entre los críticos de cine por su película La pasión de Cristo,  por temores a que reviva la noción de que todos los judíos son culpables por su muerte. La fecha de estreno será el próximo 25 de febrero, día de Miércoles de Ceniza.

Gibson ha insistido en que su filme no denigra a los judíos. Varios de sus amigos judíos dijeron no haber percibido ningún prejuicio en la película, que ha conquistado elogios de muchos cristianos prominentes, entre ellos el evangelista Billy Graham.

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Un asistente del papa Juan Pablo II ha señalado que el Pontífice consideró que la película revela fielmente lo que ocurrió con los padecimientos de Jesús que culminaron en su crucifixión.