Un mes y cuatro días después, cuando Dolores Briones, de 31 años, aún le ajustaba el luto a su alma, perdió a otro de los pilares de su vida, su madre, Beatriz Soriano.

Ella, “la que me hacía comer cuando perdí las ganas tras la ausencia de Guime”, falleció por una infección pulmonar.

Los cinco hermanos de Dolores, quienes viven en Mocache, la acusaron de la muerte de su madre, porque según la tradición campesina no se podía barrer la casa donde se vela el difunto hasta después de siete días; de lo contrario, morirían los demás familiares.

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“Nunca te voy a dejar sola negrita”, fue la despedida de su madre antes de viajar a Mocache tras el sepelio de Guime Córdova. La señora volvió a Guayaquil, en estado crítico, a las 02h00 del 22 de diciembre. Agitada, como cuando cruzó la calle para ver a su esposo, Dolores llevó a su madre hasta el hospital neumológico, donde murió al día siguiente.

La joven madre ahora encarga a Jimmy, su hijo de 2 años, a su suegra, para ir a la oficina de su abogado buscando justicia por la muerte de su esposo. “¡Ya no más dolor, Dios mío!”, imploró la mujer.