A raíz de la creación del colegio municipal nocturno César Borja Lavayen, tuve el honor de ser nombrado profesor de Literatura, cátedra a la que serví una veintena de años. Ese fue para mí uno de los periodos de cátedra más entrañablemente cálidos. En su curso aprendí mucho más –infinitamente más– de lo que enseñé.

No me refiero solamente a los aspectos académicos, didácticos, sino a los humanos. Cada estudiante me trasfundió gran parte de su idealismo, de su puro y desinteresado amor por la justicia social, la solidaridad humana y la cultura en todas sus manifestaciones. Mis discípulos fueron también, como suele ocurrir, mis maestros.

Seguramente por ello y por muchas otras razones, me ha escrito un ex alumno de aquellos años, pidiéndome que escriba sobre César Borja Lavayen. Lo hago “con alma, corazón y sombrero”. Valga decirlo, encantado de repetir lo que dije muchas veces en las aulas del colegio que marcó mi matrimonio indisoluble con el magisterio.

Borja Lavayen nació en Quito, el 6 de julio de 1851. Estudió las primeras letras en la capital, el bachillerato en Guayaquil y el doctorado en Medicina en Lima. Al respecto, dice el Dr. Pedro José Huerta que los faroles de la Ciudad Virreinal, le sirvieron muchas noches para preparar sus lecciones en los desvelos del estudiante pobre.

Y el mismo Borja Lavayen dejó constancia de un acontecimiento trágico que marcó su vida: “El terremoto de marzo de 1859 (tenía entonces 8 años) que redujo a la nada la fortuna de nuestros padres, y luego la Guerra Civil de lo que parece fuera precursor aquel horrendo cataclismo del Pichincha, nos arrojaron de aquel edén de nuestra felicidad”.

En una conferencia dictada en esos años iniciales de la cátedra, hicimos un retrato del médico publicista de la medicina, del luchador por la causa liberal y del poeta adelantado del Modernismo en el Ecuador: “¿Cómo era Borja? Tengo a la mano un retrato suyo: mirar profundo, escrutador, la cabeza calva, el bigote espeso, el tórax amplio y las manos gruesas y fornidas, tan aptas para empuñar la pluma como la espada”.

Borja Lavayen fue un hombre múltiple, de aquellos que son primeros en todas las disciplinas en que participan. Como político, combatió a Caamaño y fue deportado en 1885 y luego exiliado por el general Alfaro, en 1895. El mismo año de su graduación, regresa al Ecuador y funda con otros médicos la Academia Libre de Medicina y la Gaceta Médica. Publica monografías de la fiebre amarilla y de las enfermedades agudas en Guayaquil.

Toda su vida la dedicó este notable poeta al servicio de la sociedad. Como médico fue publicista de la medicina; como político, peleó por la causa liberal. Tenía apenas 59 años el 1 de febrero de 1910, cuando falleció.

Este botellero comparte la afirmación del maestro José Joaquín Pino de Ycaza en el sentido de que a partir del gran poeta César Borja Lavayen comienza el Modernismo en el Ecuador.