Hace algunos años, en un país pobre del África, un dictador que con seguridad no tenía claridad sobre lo que era administrar un país, construyó un templo que costó centenares de millones de dólares; seguramente con la pueril ilusión de ser admirado o que su pueblo hambriento se llene de un falso orgullo.

Los pobres del Ecuador, que son la mayoría, no han salido del estupor de que se trate de emular semejante acción, y que a finales del 2004 se vuelva a construir una torre descomunal, con el agravante de que se trate de hacer creer que será la empresa privada la que paga dicha obra, siendo en realidad otro negocio más que tendrá que cancelar el pueblo.

Luis G. Sotomayor Valarezo
Piñas