No faltaba más, en medio de la vorágine de la Función Judicial, que a los abogados de la república (también a los usuarios) nos obliguen a ingresar y salir del edificio de la Corte Superior de Guayaquil, a través de torniquetes; y lo que es peor, hacer colas para lo uno y para lo otro. ¡Qué vergüenza! Nosotros los profesionales en Derecho nos sentimos humillados, ofendidos e indefensos.

Con tantas trancas, torniquetes y policías, ¿a quién tienen miedo? La corrupción judicial es de adentro, no de afuera, pues ciertos administradores de justicia son corruptos y amasan fortunas. A pesar de los impedimentos, obstáculos y vigilancia para ingresar, salir y obtener dádivas de la justicia, cualquiera podría atentar contra el edificio; pero de ahí a convertirnos quienes nos ganamos el sustento en el noble ejercicio de la abogacía, en gente sospechosa y de cuidado, es un insulto sin nombre.

Dr. Gonzalo Merino Pérez
Guayaquil