El futbolista de Liga de Quito recibió trofeo de Diario EL UNIVERSO.

La tarde del miércoles pasado en que Franklin Salas recibió el trofeo, que lo acreditaba como el mejor futbolista ecuatoriano, estaba sudado. Salas, figura del campeón Liga de Quito, no recibió aquella copa en un auditorio, sino en la cancha y con sus compañeros como testigos del homenaje. El trofeo estuvo en exhibición mientras la selección Sub 23 entrenaba en Parcayacu. Allí el sol hacía un efecto de luminiscencia.

Luis Fernando Saritama, uno de sus compañeros en la selección, se acercó. Saritama dejó por un rato los ejercicios que los médicos le recomendaron para reponerse de un desgarro muscular. El resto del equipo jugaba fútbol. Salas se recogió el cabello y saludó sin mirar a los ojos porque la atención se la había llevado el resplandor del trofeo y de inmediato leyó en la placa: “Franklin Salas Narváez Mejor Futbolista del 2003 Diario EL UNIVERSO”.

Publicidad

En el centro de la cancha, los muchachos jugaban fútbol en espacio reducido. El Mago, como le dicen a Salas, miraba de vez en cuando la copa. El volante ligado ganó una encuesta, que realizó este diario y se publicó el 31 de diciembre pasado.
Salas sumó 502 puntos entre 56 encuestados. Solo el 37,5% apostó por otros nombres, como el de Alfonso Obregón y Édison Méndez. El calor empezó nuevamente a arremeter. Se acercaba el cenit y hubo otro pitazo. Los jóvenes futbolistas necesitaban beber agua, había finalizado la práctica. Salas se quedó practicando tiros libres. Johnny Baldeón se acercó con un paso lento, leía el cartel. “Oye, omoto, esto es para vos”, le decía. Pero Salas estaba un poco avergonzado. No se acercaba. Estaba estirando los músculos exigidos por el entrenamiento.

Pero también había gente de otros medios de comunicación. Le habían ofrecido entregar canastas navideñas, de sus auspiciantes. Estaba con los zapatos en la mano, y apenas sonreía. Geovanny Caicedo se reía a carcajadas. “¿Y acaso él será el mejor?”, les preguntaba sarcásticamente Cuchara a sus compañeros, aprovechándose de que Salas hablaba para las cámaras. Y en el momento de recibir el trofeo, Caicedo se encargó de la primera canasta. Preguntaba  quién se había llevado la otra canasta. Hasta que vio que Xavier Intriago se la llevaba. En realidad, Salas estaba apenado. Al momento de recibir la copa, sonrió. Se había olvidado de ponerse los zapatos (más ligeros que un par de guantes de arquero). “Haga como que nadie lo estuviera viendo”, le dijo el fotógrafo. “Ya pues, sonríe”, le increpó Cuchara. Al fin, Salas sonrió abiertamente.