Pese a las bien fundamentadas críticas expuestas por la prensa en todo su ámbito, el Congreso aprobó un presupuesto muy de acuerdo a nuestro calamitoso índice de transparencia presupuestaria: ingresos no respaldados, ocultos y mal proyectados frente a egresos carentes de justificación y calidad.

Con este instrumento de redistribución del ingreso se espera un crecimiento económico que, de darse (imposible), será sin generación de empleos puesto que la producción se encuentra estancada.

Estimo que el Legislativo hizo lo que le ordena la Constitución al aprobarlo, pero no tuvo la entereza de manifestar que existe un déficit que fluctúa entre 500 y 1.800 millones de dólares.

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Reformarlo sobre la marcha (autoridades económicas) luego de ser aprobado, es haber otorgado el pasaporte visado para otro pinchazo, que los amoratados glúteos de los ecuatorianos no soportarán, y que dará la justificación para el endeudamiento  que es la razón por lo que se sigue a rajatabla lo que el FMI manda.

Pagar deuda externa con más deudas, es un contrasentido en finanzas públicas, ya la crisis argentina lo demostró.

Habría una reacción social de lamentables consecuencias toda vez que la recesión aumentará peligrosamente al comprimirse más la actividad económica. Los ingresos ocultos podrían ser los erradamente esperados con la aplicación de la insana reforma tributaria que crea más impuestos, grava las remesas de los emigrantes (segundo rubro de ingreso de divisas), restándole todo incentivo a su inversión, coarta la libertad económica con mayores regulaciones y aleja la inversión externa e interna. Las quince veces rechazada reforma entrará en este mes de enero, y el Congreso tendrá el dilema de afrontar las negativas consecuencias de lo que aprobó.

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Miguel Farra Negrete
Guayaquil