Al igual que un jugador de ajedrez debe analizar las próximas movidas, también un exitoso analista económico debe enfrentar la pregunta: qué eventos futuros pudieran alterar y negar mi escenario más probable? 
 
Pobre del presidente Bush. Justo cuando las preocupaciones sobre una recuperación demasiado débil comienzan a abatirse un poco, el aumento del terrorismo en Iraq y en todo el mundo merma su popularidad con los votantes.

Dejando a un lado la política, el terrorismo continuado y acelerado comienza a convertirse en una preocupación tan grande para los no americanos ordinarios como para nosotros los americanos.
 
Ejemplo: cuando Japón fue recientemente nombrado por el Al Qaeda de Osama ben Laden como objetivo de un futuro ataque terrorista, los precios de las acciones de Tokio se vinieron abajo.
 
Turquía, una sociedad musulmana, no se encontró inmune de la violencia extremista. Si hallan en todo el Medio Oriente una mayoría silenciosa de creyentes que prefieren el punto medio del desarrollo económico modernista y la democracia civil como aquel de Europa occidental, son precisamente los turcos quienes más tienen que perder de la minoría de extremistas que tienen en medio.

Vaya, en estos días un economista no puede evaluar coherentemente los futuros precios y el empleo sin considerar las incertidumbres políticas globales.
 
He aquí la prueba. Recientemente recibimos la sorprendente noticia de que el Producto Interno Bruto de América había acelerado en otoño a una tasa de crecimiento más del doble que durante su primera mitad. Maravillosa noticia. Los números como estos podría normalmente esperarse que causen un disparo en el mercado de acciones de Wall Street. ¿Obedeció este patrón cíclico normal? No. difícilmente mostró cambio alguno.
 
Aparentemente los corredores temerosos decidieron tomar sus utilidades del 2003 más que saltar al vagón de la inercia ascendente. ¿Podría esta debilidad temporal en los precios globales de las acciones abortar la necesaria recuperación de América y afectar por ello globalmente los principios de la recuperación en la Unión Europea, Latinoamérica y Asia? En la economía todo es posible.
 
Sin embargo, cuando analizo las evidencias estadísticas actuales, creo que hasta las elecciones presidenciales de noviembre del 2004, la locomotora americana resultará ser una fuente positiva de estímulo económico global y doméstico. Esto sería importante desde el polo norte hasta el sur.

Al igual que un jugador de ajedrez debe analizar las próximas movidas, también un exitoso analista económico debe enfrentar la pregunta: ¿qué eventos futuros pudieran alterar y negar mi escenario más probable? He aquí algunas posibilidades importantes. 
 
Un horrible ataque terrorista en la escala del 11 de septiembre contra Nueva York o Washington no puede descartarse. Sin embargo, una opción más aceptable sería que esta catástrofe aflojaría en vez de apretar la cuerda de los gastos.
 
Si algo ocurriese, el resultado neto probablemente pudiera ser un estímulo casi inflacionario más que una depresión deflacionaria. Toda la historia nos enseña: las guerras generan bonanza económica. 
 
Cuando el distrito comercial parezca estar creciendo con demasiada rapidez, el Banco Central de la Reserva Federal tendrá que repudiar sus sugerencias actuales de que nuestra tasa oficial de interés del uno por ciento prevalecerá por mucho tiempo. El día que esto ocurra Wall Street recibirá un duro golpe. Bajo el capitalismo puro estilo 1929, un futuro pánico en el mercado de acciones definitivamente perdería toda proporción y llevaría a bancarrotas, terminación de hipotecas y un bache económico. Aquello fue entonces. Tres cuartas partes de siglo después del Nuevo Convenio de Roosevelt, y especialmente ahora con los irresponsables republicanos en la Casa Blanca y al dominio de ambas cámaras legislativas, los actuarios citarán bajas probabilidades de un escenario del depresión. Incluso el retorno de la recesión amerita únicamente una probabilidad del 10%. 
 
Algunas de las fuerzas que duplicaron las tasas de crecimiento americanos fueron admitidamente temporales. La Reserva Federal no puede de nuevo reducir las tasas de interés que ahora están en el uno por ciento. Ello significa que los consumidores ya no pueden darse gusto con las compras de un segundo automóvil o vacaciones de lujo, financiadas por nuevos y tentadores créditos de una mayor hipoteca sobre sus casas.
 
Ciertamente los gastos militares en Iraq ayudaron a propalar la velocidad de nuestra recuperación. Allá, cuando nuestros generales y el Pentágono creían en una rápida guerra y una veloz reconstrucción de Iraq, los cálculos del presupuesto hablaban casi de una disminución en los gastos de la defensa.
 
Leyendo los encabezados de hoy, ¿puede una persona racional creer realmente que hay en el futuro un déficit fiscal austero?  Es apropiado que hubiéramos de preocuparnos por la lentitud anormal de buenas oportunidades de empleo para los americanos despedidos y nuevos ingresos a la fuerza laboral. El 6% del desempleo americanos es una lástima.
 
Pero el 90% de familias con ingresos reales continuos desequilibra fuertemente al resto menos afortunado. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dice repetidamente que los reportes oficiales de la productividad súper estelar deba por fuerza significar algo bueno para la productividad económica futura. Sí, ello será conducente a los estándares de vida de América al largo plazo. Pero en la economía el corto plazo puede ser significativamente diferente del largo plazo.
 
Una fracción desconocida de la usual alta tasa americana de crecimiento en la productividad se debe, con toda seguridad, al nuevo patrón de despiadadas economías corporativas. Y además, parte de la falta de oportunidades de re-empleo ha de deberse a la acelerada contratación externa en sitios de bajos salarios, como China e India. Lo que ello significa para una buena política es que pudiese haber una ventana de necesidad de más y no menos estímulo macroeconómico.
 
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