El pasado 14 de diciembre el equipo ‘celebró’ su derrota número 100 en los hipódromos. Una yegua que ha perdido cien carreras cautiva el corazón de los japoneses al ver en ella el espíritu de superación necesario para sobrellevar la aguda crisis económica y el desencanto que esta ha producido en la sociedad.
Haru Urara, que traducido del japonés quiere decir preciosa primavera, es una yegua pura sangre de siete años de edad que corre en el hipódromo de Kochi, a 800 kilómetros al suroeste de Tokio, pero que nunca en su vida ha ganado carrera alguna.
Ese decepcionante historial hípico es el que ha calado en el japonés medio, desencantado por más de diez años de crisis económica que ha obligado a las empresas a despedir personal para superar la situación y evitar las bancarrotas, lo que ha elevado el desempleo a índices nunca vistos, superiores al 5%.
Publicidad
En cinco años de carreras, Haru Urara solo ha ganado un millón de yenes (unos 9.600 dólares) por haber ingresado entre los cinco primeros puestos, por lo que su establo difícilmente recupera gastos con ella. “Es una yegua muy tímida, pero seria siempre al correr. Siento afecto por ella y no puedo abandonarla aunque no obtenga buenos resultados. Su dueño piensa igual”, dijo su entrenador, Dai Muneishi.
Regalos
Cada vez que pierde aumenta en forma extraña su popularidad también entre quienes no son aficionados a las carreras de caballos, y no son pocas las cartas de ánimo, así como las zanahorias y manzanas que recibe de personas impresionadas por su obstinación a correr pese a sus fracasos.
Publicidad
Los boletos de apuestas de Haru Urara son los mejores amuletos de tráfico, porque nunca tocan, y también contra los despidos, pues nadie mejor que la yegua para demostrar que está en activo a pesar de no ser ganadora. El 14 de diciembre pasado se celebró la centésima carrera de Haru Urara y más de cinco mil personas, el triple de lo normal, acudieron de todas partes de Japón para verla, incluso hubo giras organizadas hasta el hipódromo.
“No sé nada de carreras de caballo, pero me anima mucho esa yegua. A mis 60 años y con una vida muy dura a mis espaldas, al ver a Haru Urara pienso que ganar no es el único valor”, declaró con lágrimas, la ama de casa, Yuiko Takao. Pero a pesar de la lluvia de aplausos que acompañó a Haru Urara, llegó en penúltima posición, algo que su público podía esperar.
“Sería bueno si hubiera ganado, pero de todos modos me conmovió su actitud al correr con toda su fuerza. En mi trabajo nunca se valora el proceso, siempre tengo que obtener buenos resultados. Pero Haru Urara muestra que aunque no resulta bien, el esfuerzo no fue en vano”, comentó la empleada Tomoi Jinouchi, de 25 años.
La yegua anima también al propio hipódromo de Kochi, el más pequeño de Japón y que estuvo a punto de cerrar en marzo por acumular un déficit de 8.800 millones de yenes (unos 80 millones de dólares). La popularidad de Haru Urara es ya comercial: las ventas de su canción en CD o de las camisetas, tazas y calendarios con su imagen el día de la centésima carrera alcanzaron el millón de yenes (unos 9.090 dólares).
“Agradecemos a Haru Urara que haya propagado el nombre de nuestro hipódromo por todo Japón. Además y siguiendo su ejemplo de no arrojar la toalla, seguiremos corriendo a pesar de las dificultades”, afirmó Tokushige Ohara, directivo del hipódromo de Kochi. Hasta el gobernador de la provincia donde está el escenario deportivo agradeció a Haru Urara que haya logrado atraer a tanta gente a un hipódromo casi en quiebra, y le regaló un diploma y un collar de zanahorias al final de su centésima derrota.
Este fenómeno de afecto especial popular a un caballo no es único. En el pasado ha habido algunos caballos que produjeron un boom social, pero a diferencia de Haru Urara, los caballos ídolos anteriores eran abrumadoramente fuertes y nunca fueron perdedores. Además, las épocas de los pasados héroes equinos coincidieron con el fuerte crecimiento económico de la década de los 70 y la economía de la burbuja de finales de los 80, cuando Japón estaba en perfectas condiciones económicas.
Entonces, la gente veía en los caballos la fuerza que querían para sí mismos y su esplendoroso futuro. Pero el caso de Haru Urara es totalmente el contrario. La gente es tolerante con los perdedores y muchos se identifican con la yegua que corre pero no gana, aunque nunca pierde la ilusión de la victoria.
“Creo que hasta el presente, en Japón no se ha distinguido claramente quién era ganador y perdedor en la sociedad. Pero como ahora la economía está mal, mucha gente siente insatisfacción en la vida y entiende qué sienten los perdedores que simpatizan con Haru Urara”, según Ohara.