A la medianoche del 24 y 31 de diciembre, las explosiones no dejan silencios y los cielos latinoamericanos se encienden de colores para celebrar las fiestas de fin de año. Detrás de estos festejos de fuegos artificiales se esconde un negocio de millones de dólares que causa decenas de muertes.

Las autoridades de la región no logran evitar los accidentes por la explosión de artefactos pirotécnicos, que causaron en los últimos días -inclusive antes del festejo de Navidad y Fin de Año-  una muerte en Argentina y otra en México.

Precisamente en México se registró hace un año  -el 1 de enero de 2003-  una explosión que dejó 28 personas muertas en Veracruz (este), aunque la tragedia más recordada ocurrió hace dos años -29 de diciembre de 2001- en un centro comercial en Perú, donde murieron 300 personas carbonizadas tras el estallido accidental de un artefacto pirotécnico.

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 Luego de esta tragedia, las autoridades peruanas prohibieron la venta directa de estos productos, aunque aún existe comercio clandestino. Por tal motivo, la Policía lanzó una publicidad con imágenes del incendio de Mesa Redonda, acompañadas de una voz en off que dice: "Los pirotécnicos son ilegales y matan. Nosotros hacemos todo por evitar la tragedia, pero faltas tú porque sin comprador no hay vendedor".

Además de Perú, la venta directa al público de fuegos artificiales está prohibida en Chile y en México, aunque las autoridades chilenas autorizan el uso de estos productos en espectáculos y las mexicanas otorgan permisos especiales para venta y fabricación. 

Más allá de las prohibiciones y/o controles, el comercio clandestino de petardos, cañitas voladoras y volcanes, entre otros, sigue muy presente en América Latina y las autoridades de cada país decomisan cada fin de año miles de kilos de insumos y productos pirotécnicos ilegales.

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Asimismo, la problemática relacionada con el comercio de estos productos se acentúa porque las fábricas clandestinas o "coheterías" suelen contratar niños. En El Salvador, por ejemplo, la industria pirotécnica emplea a unos 2.500 menores, en una actividad considerada como una de las peores formas de trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Aunque muchos países albergan fábricas de fuegos artificiales, la mayoría de los productos que se comercializan en la región provienen de Asia, sobre todo de China, y sus vendedores locales -tanto legales como clandestinos- facturan millones de dólares durante las fiestas.

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En Ecuador, los castillos de fuegos artificiales cuestan entre 250 y 450 dólares por unidad, en tanto en Uruguay -con tan solo 3 millones de habitantes- el consumo de fuegos artificiales oscila anualmente entre los 4 y los 6 millones de dólares. 

En la vecina Argentina las ventas cayeron dramáticamente el año pasado, cuando el país atravesó la peor crisis económica de su historia, pero los comerciantes predicen una recuperación para estas fiestas.

"Creemos que la venta de pirotecnia aumentará entre un 10 y un 15% en comparación con el año pasado", dijo Mario Ruschin, de la Cámara Argentina de Empresas de Fuegos Artificiales, y aludió "al mejor estado de ánimo de los consumidores" además de que los comerciantes decidieron reducir el margen de ganancia.

Cuando en la mayoría de los países desarrollados existen restricciones para el comercio y uso de fuegos artificiales, en América Latina esta práctica sigue muy arraigada en las fiestas de fin de año

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Según el director del Hospital del Quemado de Argentina, Nelson Caffaratti, es necesario que la población cambie sus hábitos: "Para expresar la alegría no es necesario provocar destellos luminosos".