“En democracia, todos somos políticos”, fue una de las frases de Fernando Savater en su intervención en la Fundación EL UNIVERSO, el miércoles 5 de noviembre. Lo dijo al responder a una inquietud sobre el ejercicio de ciudadanía, planteada por uno de los asistentes a la conferencia y relacionándolo siempre con su preocupación por el ejercicio de la libertad, es decir, desde el punto de vista ético.

La expresión en los rostros del público denotaba diversas reacciones: acuerdo, desacuerdo, duda. Las dos últimas fueron desapareciendo cuando amplió el planteamiento. En definitiva, se trata del interés, de la acción y, por supuesto, de las decisiones individuales que afectan la vida colectiva y de la capacidad de pedir cuentas a quienes ejercen funciones públicas.

Desde esta perspectiva, expresiones como “no me interesa la política” y la pasividad o indiferencia con que se aceptan los hechos y las declaraciones que atañen a todos, significan una renuncia a ejercer el derecho a criticar, participar y exigir cuentas a quienes ejercen funciones de gobierno. Pero aun esto es una decisión política, en el sentido de que entraña la determinación de que las decisiones relacionadas con el gobierno, la organización y la administración del Estado y, en consecuencia, con el bien común, las tomen otros.

Pensado así significa que al no criticar, no participar y no exigir cuentas aceptamos las consecuencias, cualesquiera que sean, de por ejemplo, lo relacionado con el Plan Colombia. O la propuesta de eliminar la participación de los trabajadores en el reparto de utilidades de las empresas. O de la forma en que se ejerce la administración de justicia. O de los mil y un problemas del sistema educativo. O de la carencia de oportunidades para atender los problemas de salud de la mayoría de la población. O del peso de la deuda externa en la vida de los ecuatorianos. O de los factores que determinan el precio de los víveres. O de las razones que llevan a miles de ecuatorianos a emigrar. O de los atentados contra el ambiente.

Así que, si lo pensamos bien, aun la renuncia, la decisión de no interesarme en la política, es política, porque una cosa es la militancia partidista o la participación en las funciones de gobierno, para lo que se requiere una vocación especial, y otra, quizás más seria, ejercer la ciudadanía o renunciar a ello y entregar a otros el porvenir común.